El historiador Dión Casio (155-235 aprox.), oriundo de Oriente y que alcanzó las máximas magistraturas romanas, escribió esta Historia en 80 libros que van desde los orígenes de Roma hasta su tiempo. Además de diversos fragmentos de varia extensión sobre la época republicana, se conservan los libros 36-60 (del 68 a. de C. al 46 d. de C.), y gran parte de los dos últimos; además, de los restantes libros se ha conservado buena parte en los extractos con los que Juan Jifilín (siglo XI) y Juan Zonaras (siglo XII) compusieron sus epítomes de historia romana, así como también en las Églogas constantinas.
La narración de Dión, que se desenvuelve año por año según la técnica analista, no ofrece gran valor artístico, ni su pensamiento es profundo ni original; no obstante, la obra es preciosa, pues Dión es una fuente insubstituible para el estudio de su tiempo, y porque refleja la vida política de las clases provincianas, llamadas por el régimen imperial a colaborar en el gobierno del estado. En efecto, Dión, por su carrera y por su mentalidad, se interesaba por los problemas de la organización política y administrativa, que los escritores romanos descuidan con frecuencia, por lo que aporta una gran cantidad de noticias importantes para la historia administrativa y constitucional; por otra parte, y por la misma razón, no compartía la preconcebida hostilidad contra el régimen imperial, de que adolece la historiografía afecta a la tradidición republicana. Amigo y consejero del emperador Alejandro Severo, apreciaba los beneficios del régimen monárquico; nacido en una provincia romana comprendía la política de convivencia entre dominadores y dominados; como recién llegado a la nobleza romana, no manifestaba demasiada blandura para las vanas aspiraciones de libertad. En la exposición, no siempre sabe independizarse de las fuentes, pero su posición queda expresada en el vasto discurso que pone en boca de Mecenas, en el que imagina que Augusto le pide consejo a él y a Agripa sobre el modo de gobernar el estado; éste último le exhorta a restaurar la libertad republicana, mientras Mecenas recomienda fundar la monarquía (libro LII). Por todo ello, aparte de la amplitud de la obra y de la excelencia de sus informaciones (al menos respecto a la historia del Imperio), es una fuente importante que nos permite valorar la verdadera disposición de amplias capas sociales respecto a esta manera monárquica de gobierno.
A. Passerini
* Un Epítome de la Historia Romana de Dión Casio, fue escrito por Juan Jifilín, cronista bizantino de la segunda mitad del siglo XI, que pertenece a aquel movimiento que renovó el interés por los estudios históricos, iniciado por la obra de Costantino Porfirogeneta. El Epítome de la Historia Romana de Dión fue compuesto por orden de Miguel VII Parapináceo. Comprende los libros 36 al 80, es decir, desde los tiempos de César y Pompeyo (68 a. de C.) hasta el reinado de Alejandro Severo (229 d. de C.). Desgraciadamente, faltan los 35 libros precedentes, ya que el ejemplar de la obra de Dión empleado por Jifilín se hallaba mutilado. No obstante, el Epítome es una compilación basada directamente en la obra de Dión y no en refundiciones. En el texto usado por Jifilín, existía una laguna al comienzo del libro 71, correspondiente al reinado de Antonino Pío y a los primeros años del de Marco Aurelio (hasta el 172 d. de C.), vacío que Jifilín llena con extractos de diversa procedencia, entre ellos uno de Asinio Cuadrato.
La división del epítome está hecha por biografías: inician la serie las de los diversos emperadores, desde Augusto hasta Heliogábalo. La narración de Jifilín no se mantiene absolutamente fiel al texto de Dión, faltando a veces nombres y noticias, mientras que en otros casos se añaden datos de diversas fuentes; así, por ejemplo, en el capítulo IX del libro 71 se incluye el relato de la lluvia maravillosa que salvó al ejército de Marco Aurelio en su lucha contra los cuados, el año 174. La obra encierra gran importancia, porque nos da a conocer, aunque resumidamente, la parte de la narración de Dión Casio desde el libro 60 al 78, que falta en el original, y por añadidura completa los libros precedentes.
G. Porru