[Histoire politique de la Révolution française]. Obra de Alphonse Aulard (1849-1928), publicada en 1901-1902.
Esta historia de la revolución quiere ser solamente política y mostrar, por lo tanto, cómo los principios de la Declaración de los Derechos de 1789 fueron aplicados e interpretados por los órganos de la opinión pública. Dos de estos derechos fueron fundamentales: la igualdad, de que se deriva la democracia, y la soberanía nacional, de que se deriva la República. Pero en sus comienzos, la Revolución se limitó a un régimen burgués censatario y a una monarquía templada. La Democracia no triunfó hasta el 10 de agosto de 1792, con el sufragio universal, y la República se proclamó el 22 de septiembre; aquélla quedó suprimida con la constitución del año III (Directorio); ésta, con el advenimiento del Imperio en 1804. Se pueden, por lo tanto, distinguir en la Revolución cuatro períodos: la monarquía constitucional (1789-1792); la república democrática (1792-1795); la república burguesa (1795-1799); la república plebiscitaria (1799- 1804).
El tratado se limita a registrar las peripecias de las instituciones, de la lucha de partidos, de la opinión pública; renunciando a la historia de la acción militar, económica y financiera. La aplicación de los principios del 89 se realizó en circunstancias complejas, debiéndose legislar racionalmente para el porvenir, y empíricamente para el presente, bajo la presión de la guerra exterior y de la guerra civil. Así es que los que se han llamado excesos de la Revolución se explican teniendo en cuenta las presiones dimanadas del peligro exterior y del interior. Alejado el peligro, se acabó el terror. Sin embargo, el autor no hace consistir la Revolución en estos hechos contingentes, sino que la reduce a una historia de la idea democrática o republicana, en parte aplicada y en parte repudiada en la práctica. Los propios principios del 89 contenían en germen todos los resultados contradictorios, por lo que el período revolucionario es un compendio anticipado de la historia del siglo siguiente. Contra Taine, que ve a la revolución dominada por una locura razonadora, el autor demuestra justamente como sus peripecias obedecen a la lógica de las circunstancias. Árida por la lúcida frialdad del estilo y porque en ella se destacan los grupos sociales y organizados más que los individuos, esta historia de la Revolución no puede situarse entre las grandes obras literarias sobre este tema, pero inicia su estudio fundado en investigaciones metódicas y escrupulosas, y constituye un seguro instrumento de consulta.
P. Onnis