[Historia Lausiaca]. Obra de Paladio de Galacia, obispo de Aspuna, que vivió entre los siglos IV y V. Para los hombres de los tiempos postconstantinianos, las leyendas hagiográficas de los monjes y ascetas fueron lo que para la cristiandad preconstantiniana habían sido los Hechos de los apóstoles y las Actas de los mártires (v.).
En la apologética religiosa católica, a partir del siglo IV se ha establecido una equivalente analogía entre el heroísmo de los mártires y la práctica de la castidad por parte de los espíritus contemplativos y de los anacoretas. En el fondo, la literatura que florece en torno al martirio cristiano, como la que brota alrededor del ascetismo, que desde el siglo IV en adelante toma una forma organizada en la sociedad de los creyentes, puede encontrar un aproximado parangón con la que en el mundo moderno ofrece la literatura novelesca. Ello no quiere decir, naturalmente, que tanto en las Actas de los mártires, como en los florilegios ascéticos, no se encuentre subyacente un fondo de realidad histórica, que es lo que intenta definir y hallar la crítica filológica y literaria. En la gran cantidad de obras de la literatura monásticoascética que aparecen en los siglos IV y V, ocupa un lugar de primerísimo relieve la colección de biografías de monjes hecha por Paladio, discípulo del origenista Evagrio Póntico y más tarde obispo en el Asia Menor, denominada Historia Lausíaca, nombre que toma del destinatario de la colección, Lauso, funcionario en la corte de Teodosio II. En los breves capítulos de este florilegio, prototipo insigne de aquella colección de «Vitae sanctorum patrum» o «Paraísos» que hicieron las delicias de los lectores devotos de la Edad Media cristiana, el autor ha reconstruido la vida de los ascetas egipcios y sirios.
Merced a sus largas peregrinaciones por Egipto y Palestina, Paladio, a semejanza de lo que había hecho el occidental Casiano, había querido darse cuenta personalmente de la forma en que vivían aquellos ascetas que, después de la conversión de Constantino y durante todo el siglo IV, habían buscado en la soledad y en la contemplación la realización del ideal cristiano, alejándose de las componendas de aquel mundo que intentaba sacar ventajas y honores de la conversión del Imperio. La colección fue llevada a cabo hacia el año 420 y su texto fue ampliamente reformado y alterado. Las investigaciones de Preuschen y de Butler, que son los críticos que más recientemente se han ocupado de este asunto, han permitido restituir el texto a su forma original. La narración tiene todas las características de las colecciones aretalógicas griegas, si bien el elemento milagroso y prodigioso aparece ahora injertado en el tronco del ascetismo cristiano, en lugar de mitos clásicos y el recuerdo de los héroes griegos. La colección tiene una gran importancia porque merced a sus detalles anecdóticos, con frecuencia extravagantes, cuando no escabrosos y picantes, nos permite apreciar a lo vivo cuáles fueron las concepciones vitales y la práctica moral de aquellas corrientes ascéticas y cristianas que, en el siglo IV, dominaron al mundo cristiano y prepararon el advenimiento de aquellas formas de ascetismo organizado que habían de encontrar en Basilio de Cesarea, en Oriente, en Cesáreo de Arles y en San Benito, en Occidente, su estilización normativa.
E. Buonaiuti