Obra geograficohistórica de Flavio Arriano de Nicomedia (959-180?), discípulo de Epícteto e imitador de Jenofonte en la actividad literaria y en la vida práctica; constituye una especie de apéndice al Anábasis de Alejandro (v. Alejandro Magno), del mismo autor, y consta de dos partes distintas: en la primera, que se ajusta más particularmente al título, el autor describe la India con una cierta exactitud técnica, indicando sus dimensiones, ríos, fauna, comparando para caracterizarlos mejor, su clima y régimen hidrográfico con los de Egipto.
Tras una digresión sobre la historia y mitos de la India, Arriano describe con una cierta afición a lo pintoresco y aventurero, que es uno de los elementos que más le acercan a Jenofonte, las costumbres, vestidos y armas de los habitantes, enumerando asimismo sus castas. Esta primera parte no es original, ya que Arriano no visitó personalmente el país que describe; en cambio utiliza con espíritu crítico, y siguiendo el método ya precisado en el primer capítulo de la Anábasis de Alejandro, las fuentes de que dispone y, en particular Megástenes, el viajero griego que había dado las noticias más precisas acerca de la India; en la parte más exactamente científica, se basa en Eratóstenes, el fundador de la geografía matemática, y en Nearco, general de Alejandro. En la segunda parte de la Historia índica cuenta Arriano la arriesgada exploración del océano índico y del golfo Pérsico, de las bocas del Indo a las del Tigris, describiendo minuciosamente, además de las costas, las dificultades y las aventuras del viaje, como el encuentro con una bandada de ballenas, las luchas sostenidas con los habitantes, las costumbres de éstos, las colisiones y pérdida de las naves que constituían la flota. En esta parte, la obra de Arriano se asemeja a aquellos periplos cuyo ejemplo más antiguo y autorizado era la Odisea (v.). Sin embargo, no se trata de una árida obra geográfica, ya que el autor interviene continuamente en la narración, introduciendo en ella sus impresiones y juicios.
Su manera de narrar, breve y un tanto monótona en las partes científicas, se hace más rica y amplia en los pasajes puramente narrativos y descriptivos. En cuanto a la forma, Arriano, que declara haber escrito esta obra, como la Anábasis de Alejandro, como ejercicio antes de emprender su obra principal, la Historia de Bitinia en ocho libros, que se han perdido, recoge con una cierta habilidad la antigua tradición de Heródoto y de los logó- grafos, usando el dialecto jónico tal como lo habían renovado los neosofistas.
C. Schick