[Histoire du peuple d’Israel]. Obra histórica de Ernest Renán (1823-1892), publicada entre 1887 y 1893. Más estrechamente ligada que otras investigaciones a la formación lingüística y erudita del autor, testimonia la pasión de toda su vida: la de estudiar los orígenes de la civilización. Desde las más antiguas tradiciones hasta la vida del pueblo hebreo bajo la dominación romana, el historiador trata de buscar la unidad de una raza a la vez que las fases detalladas de su desenvolvimiento. Frente a la propia crítica histórica, que olvidando los factores religiosos, desconoce la importancia de una antigua civilización monoteísta, se examina la importancia de una fase de la humanidad, especialmente teniendo en cuenta los nuevos descubrimientos arqueológicos, tanto para los asirios, como para los egipcios.
Más allá de la leyenda y de la historia, y a la luz de la filología moderna, importa considerar el puesto de la civilización hebraica, especialmente desde el tiempo en que ésta proclama su misión (en tiempos más cercanos de lo que nos cuenta la tradición). De este modo examina Renán en la historia hebraica la afirmación de la existencia de un Dios único. Pero la propagación de las nuevas ideas religiosas se explica también sin milagros. Ante la mirada de un verdadero racionalista, inspirado en los métodos científicos, cada acontecimiento de la humanidad ocurre gracias a sus íntimas razones históricas: por eso al lado del pueblo hebreo, que se cree ser el elegido de Dios, es importante el griego, que ha aportado la idea de la libertad del espíritu ante la naturaleza y el mito. Lo que faltaba a la civilización griega y a la civilización hebraica, era la comprensión de los otros pueblos, un sentimiento de fraternidad y de caridad: todo esto lo aportó el cristianismo, que es la resolución y la «causa final» del judaismo. La historia de Israel se explica sólo como una concatenación de hechos y de conquistas espirituales: primero en la oposición y después en la comprensión de los otros pueblos en una misma palpitación de amor hacia Dios y hacia el prójimo. Esta concepción progresista está determinada por la posición histórica de Renán, que considera los acontecimientos de la humanidad como una aspiración cada vez más decidida hacia las fuentes de la espiritualidad, y que a menudo hace confinar la experiencia religiosa con actitudes del pensamiento. Al afirmar la importancia de los libros bíblicos, el investigador precisa su valor de tales obras más allá de la cronología comúnmente aceptada por la tradición.
La obra de los grandes profetas de 850 antes de la era vulgar a Cristo — el último de los profetas es el que cierra la obra de Israel —, es la prueba decisiva de la importancia de un pueblo que junto con el griego debía formar las bases de la civilización humana. La idea providencial de una historia valorada a la luz de Dios se funde con la suprema racionalidad de los griegos, pero sólo en Roma y con un nuevo sentido de universalidad y de humanidad debían encontrar sistematización estas dos actitudes del espíritu humano. Si el mundo griego no morirá nunca gracias a la idea de la racionalidad y de la libertad, el mundo hebraico ha encontrado en el mensaje de Jesús (v. Historia de los orígenes del Cristianismo) su potente afirmación de justicia y de fe. La obra de Renán, discutida por el tono profundamente racional de la «historia sacra», es famosa por haber sostenido ante las negaciones del positivismo la importancia del factor religioso en el desenvolvimiento de la humanidad.
C. Cordié
La Historia del Pueblo de Israel es menos célebre y menos leída [que la Historia de los orígenes del Cristianismo], y no hay razón para ello. Durante cuarenta años Renán fue el centro, fue casi el centro, de los estudios semíticos en Francia. Su conocimiento de los textos literarios y epigráficos era incomparable, así como segurísimo su olfato para la psicología del semita. Comprende y hace vivir los hombres y las cosas del Antiguo Testamento de manera nueva y genial, en tanto que el Nuevo Testamento, el Evangelio, escapa o sobrepasa a esta inteligencia literaria, alejada de toda mística. (Thibaudet)