Historia de Roma del 180 al 238 d. de C., es decir, desde el reinado de Cómodo hasta el advenimiento de Gordiano III, escrita por Herodiano (siglo III), un asiático que desempeñó en Roma algún modesto cargo político. La obra, que comprende 8 libros, se propone narrar con gran respeto de la verdad, según declara el autor en la introducción, un período sumamente importante de la historia imperial, puesto que en el mismo el elemento militar, mediante violentas revoluciones, conquista la autoridad en el estado: el viejo organismo político y social se disuelve y comienza un mundo nuevo. Pero Herodiano, aunque contemporáneo de muchos de los hechos narrados, no comprende su alcance ni sus motivos. En la introducción señala el interés del período tratado, sobre todo por la variedad de los casos que se presentan en el rápido sucederse de príncipes, y en las guerras, pestes, etc. De la superficialidad de su juicio da idea la distinción inicial que establece entre príncipes ancianos y jóvenes, los primeros de los cuales gobernaron con buen sentido, y los segundos con negligencia; la diferencia de su suerte depende solamente de su diversa edad.
Así, Herodiano dibuja la figura de Cómodo como la de un joven extraviado por la inexperiencia de los malos consejeros; si tal versión es menos malévola que algunas otras antiguas, también es verdad que se ajusta menos a la complejidad de los hechos. No obstante, es evidente la pronunciada orientación psicológica que la historia viene a asumir; Herodiano da fe de ello cuando dice que desea narrar los hechos «según la sucesión cronológica y por reinados». Los 8 libros están, en efecto, distribuidos de forma que cada uno comprende el reinado de uno o más emperadores (respectivamente: Cómodo, Pertinax y Juliano, Septimio Severo, Cara- calla, Macrino y Heliogábalo, Alejandro Severo, Maximino y Gordiano). Aunque el autor se sirve de todos los recursos de la historiografía antigua, introduciendo discursos, sentencias, digresiones eruditas (una erudición de segunda mano), el carácter biográfico es patente en la abundancia de anécdotas y, lo que es más grave, en el desinterés por todo lo que no guarda relación directa con la persona del emperador. A pesar de tanta pobreza de pensamiento, la obra de Herodiano permite llenar los vacíos que se advierten en la narración de Dión Cassio, con el cual, al parecer por concordancia de fuentes, tiene muchos puntos de contacto. La imparcialidad es otro de los méritos de esta obra.
A. Passerini