Historia de Ottar Jarl, Pirata Noruego, Conquistador del País de Bray, en Normandía, y de su Descendencia

[Histoire d’Ottar Jarl, pirate norvégien, conquérant du pays de Bray, en Normandie, et de sa descendence]. Curioso libro de los últimos años de Joseph-Arthur de Gobineau (1816-1882), publicado en 1879. El autor hace re­montar los orígenes de su familia a un des­cendiente de Odín, el héroe nórdico Ottar Jarl, que desembarcó en 843 en una isla en la boca del Loira y pasó luego a la región boscosa de Bray. Los descendientes del pirata noruego adoptaron más tarde el apellido De Gournay, que era el de un centro de la región, se convirtieron al cris­tianismo y se injertaron en el árbol de la antigua nobleza feudal normanda. En el si­glo XII, los Gournay empezaron a dar a sus varones el nombre de Gauvain, transmitido más tarde, de generación en generación, hasta el siglo XV, cuando, al declinar la estrella de la nobleza feudal, un Gauvain de Gournay renunció al apellido para con­servar sólo el nombre en una de las formas diminutivas: Gauvinot, Gaubinot y por fin Gobineau. De la tierra de Bray, una de las ramas de los Gauvain había pasado a la región bordelesa durante la guerra de los Cien Años y se unió con familias de magis­trados y mercaderes de Burdeos. De este origen derivan los Gobineau de los que el conde Arturo era el último retoño. La His­toria de Ottar Jarl no tiene, naturalmente, valor científico; pero el autor esperaba que fuera una de las obras que cimentarían su fama: «En el fondo, sólo he escrito dos libros: uno de ellos es la Historia de Ottar Jarl…» El otro se comprende que es el célebre Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (v.). Esta Historia está en el mismo plano ideal del Ensayo; también aquí la decadencia de las razas es el pen­samiento dominante del autor. Aplica a un grupo, su propia familia, después de haberla aplicado a la humanidad, su famosa fórmula, pero con menor intransigencia y, en determinados momentos, se pone in­cluso en contradicción con la tesis general gobineana. En la Historia, el etnólogo re­nuncia a la posición rígidamente científica para dar cierta libertad al poeta, al cons­tructor de una leyenda que consagra la no­bleza de una genealogía.

L. Gigli