[History of the United States from the Discovery of the American Continent]. Obra del norteamericano George Bancroft (1800-1891), publicada de 1834 a 1874, en diez volúmenes, que tienen por suplemento los dos, publicados en 1882, titulados Historia de la formación de la Constitución de los Estados Unidos [History of the Formation of the Constitution of the United States]. Es una historia amplia y detallada de Norteamérica desde su descubrimiento hasta la revolución y la guerra de independencia. Bancroft posee un estilo sonoro, rico, oratorio, que hoy suena más bien a inútilmente pomposo y grave. Juzgada asaz favorablemente en el momento de su aparición por hombres como Emerson, que indudablemente tomaba en consideración el esfuerzo que Bancroft había hecho para no dar una mera exposición de hechos, como era corriente en las numerosas historias anteriores, sino una interpretación personal de los acontecimientos ocurridos en su país, la obra es hoy poco estimada por los críticos. Bancroft había estudiado en alemania, y empleó la doctrina y aún más los métodos de los escritores alemanes.
Él considera la historia, humanísticamente, como una serie de ejemplos que Dios da a los hombres. La verdad, la moral, la justicia, no son, según él, susceptibles de evolución; es el hombre, como colectividad, quien evoluciona hacia formas mejores de ciencia y de vida. Y la formación de nuevos estados, con el sucesivo desarrollo de la sociedad, da cimientos cada vez más sólidos al principio inmortal de la libertad, querido por Dios. Bancroft no se sirvió de documentos de segunda mano, sino que estudió directamente en los archivos, especialmente en lo que se refiere al origen de los americanos, y reunió un inmenso material de documentos y memorias, algunos de los cuales fueron escritos por sugerencia suya. No faltan en la Historia ejemplos de agudeza y originalidad de visión. Pero Bancroft no siempre logra disimular, en sus vividas generalizaciones en extremo elaboradas, la fatiga, el artificio. Su método, su deseo de ofrecer hechos de hombres vivos, y no meras exposiciones de acciones y de guerras, es sin duda el acertado. Pero en nada le favorece la rotundidad de su estilo, y el elogio de hombres como Parker, que juzgaban la Historia como la más grande de todos los tiempos, ha sido más tarde debidamente desestimado.
A. Camerino