[Histoire de la Révolution]. Obra de Jules Michelet (1798-1874), publicada entre 1847 y 1853. El autor interrumpe su Historia de Francia (v.) en la que trabajaba, cuando, habiendo llegado al reinado de Luis XI, se dio cuenta de que no podría comprender la monarquía absoluta sin estudiar la Revolución. Inició entonces su obra, que se puede considerar más bien un trabajo de propaganda y fe que de ciencia. Jefe del Departamento de los Archivos desde 1831, pudo disponer de una documentación rica, segura, de primera mano, y su exposición de los hechos resulta a veces alterada por la imaginación, aunque no mal interpretada; mientras, los amores y los odios, sinceramente sentidos, matizan sus juicios. Precedida por una mirada general a la historia de Francia, la obra empieza con las elecciones de 1789 en los Estados Generales y termina con Waterloo y la abdicación de Napoleón. Si es benigno el juicio que el autor da sobre el pueblo de París y la Convención, aun cuando ésta condena a muerte al rey Luis XVI, despiadado es el juicio que da sobre Bonaparte. Y si la hostilidad de Michelet contra el gobierno del Segundo Imperio a menudo nubla la serenidad del historiador por lo que se refiere al primer Napoleón, la obra conserva un valor literario y moral de gran importancia, por esa indagación de las causas de las profundas revoluciones que Michelet persigue en la evolución social de los que no son de un modo aparente los protagonistas de una época histórica.
Ciertos juicios, como los emitidos sobre Robespierre y el Terror («Francia no se salvó con el Terror, sino a pesar del Terror») todavía parecen inatacables. Ciertos cuadros llenos de color y ciertas síntesis apasionadas y fantásticas semejan partes de un gran poema lírico; más de un poeta se inspiró felizmente en ellos, como Carducci para sus sonetos del Çaira (v.). El estilo de Michelet, fantástico, vivo, poético, es a veces forzado y apocalíptico, exuberante, con los- méritos y los defectos propios de los escritores románticos.
G. Martinelli
Filósofo, antes de llegar a ser historiador, ve en la historia el gran contraste entre la materia y el espíritu, entre la fatalidad y la libertad. Todo acontecimiento expresa para él una idea, y pinta de una manera poderosa la realidad, ya que sabe leer y hacer leer en ella lo que generalmente no se deja vislumbrar. (Lanson)
En el campo de la historia, el término «intuición» parece haber sido acuñado y creado para él. La Historia de Francia y la Historia de la Revolución francesa no tienen casi nada de la narración tenida, contenida y continente, dueña de sí misma y que tiende a iluminar al lector. Ambas obras suponen como ya conocida la historia que narran. En párrafos breves, con colores violentos, con indignaciones, entusiasmos, imágenes vivas, en líneas de fuego, en falanges de estrellas, se siguen las visiones y las reflexiones de Michelet. (Thibaudet)