Este libro de Ricardo Rojas (n. 1882) es la primera obra orgánica y completa que se haya escrito sobre la literatura argentina. Los cuatro tomos de la primera edición aparecieron de 1917 a 1922. Con anterioridad sólo se habían compuesto trabajos fragmentarios, aunque valiosos, o textos superficiales sobre tal materia. En 1913, Rojas fundó en la Facúltad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires la cátedra de Literatura Argentina que hasta entonces no existía. En ese tiempo y paralelamente a su labor didáctica, el autor fue acumulando y ordenando los materiales de su vasta obra que en la primera edición estaba contenida en cuatro voluminosos tomos, aparecidos con no muy largos intervalos. Esa división correspondía al plan del libro, conforme a las épocas a que pertenecen los autores y obras en él registrados. Así, el primer tomo comprendía a «Los gauchescos», el segundo a «Los coloniales», el tercero a «Los proscriptos» y el cuarto a «Los modernos».
Si bien los gauchescos no son cronológicamente los primeros escritores argentinos, pues las expresiones verdaderamente maduras y valiosas de ese género aparecen en la segunda mitad del siglo XIX (el Martín Fierro es de 1872), Rojas prefirió comenzar su historia por ellos, teniendo en cuenta que constituyen la manifestación más espontánea, genuina y vernácula de la poesía nacional y popular y que tenían antecedentes en los primeros tiempos de la Independencia, lo cual da ocasión también a estudiar en esa primera parte de la obra los cimientos histórico- geográficos de la cultura nativa, las condiciones del territorio y su influencia telúrica sobre sus habitantes, la formación étnica del hombre del campo argentino, etc., elementos todos cuyo examen convenía anteponer al desarrollo del libro. Los autores que se consideran a continuación son aquellos que florecieron en la época colonial y cuya mayoría, como es lógico, tuvo un carácter casi puramente español en sus expresiones, salvo los más próximos a la Revolución de Mayo, que tomaron parte en ella, vivieron, por lo menos algunos, hasta mucho más tarde, y en cuyas producciones esas circunstancias imprimieron un sentido nacional y patriótico, si no por lo que se refiere a las inveteradas formas neoclásicas recibidas con anterioridad del español, sí en cuanto a las ideas, sentimientos e imágenes que les inspiraba su nueva situación.
A este grupo pertenecen los llamados poetas de Mayo, como López y Planes, autor del himno nacional; Esteban de Luca, fray Cayetano Rodrihuez, Juan Ramón Rojas, Juan C. Lafinur, Juan Cruz Varela y algunos otros, nacidos todos en las postrimerías del siglo XVIII y que produjeron su obra al acaecer la Revolución. También se incluyen en este período algunos otros poetas que murieron antes de aquélla, como Lavardén. Corresponden asimismo a ese ciclo los grandes publicistas y tribunos revolucionarios: Moreno, Monteagudo, Agrelo, Gorriti, Bel- grano, etc. Toda esta literatura es naturalmente de carácter militante, hasta la poética, y no puede ser juzgada con criterio exclusivamente estético. Aun la poesía, ennoblecida por el sentimiento patriótico, es de escaso valor artístico por lo general. Pero esos autores y sus obras fundaron la tradición intelectual de la Argentina y fueron los cimientos de su literatura posterior, por lo cual han sido objeto de justificado y detenido estudio en una obra como la de Rojas, destinada a registrar, con el amplio criterio que conviene a una empresa de esa índole, todas las manifestaciones del pensamiento escrito de su pueblo en los diversos períodos de su existencia.
Con «Los proscriptos», como se designa a los escritores voluntariamente emigrados en la época de Rojas — que realizaron parte de su obra en el destierro y la continuaron, muchos de ellos, cuando a su vuelta fueron los hacedores de la organización nacional —, comienza en realidad la literatura genuina- mente argentina, nutrida por las ideas y sentimientos inspirados en la historia patria, el paisaje nativo y los caracteres y costumbres propios del medio social. El florecimiento de esa generación coincidió con el Romanticismo, que Echeverría, a su retorno de Europa, donde se había impregnado de él, introduciría en el Río de la Plata. Siguiendo los preceptos de esa escuela, pintó la naturaleza del país en La Cautiva, cantó episodios nacionales, y en sus opúsculos en prosa formuló los anhelos e ideales sociales y políticos de la Joven Argentina. Algunos de sus compañeros, y en cierto modo discípulos, escribieron la historia argentina, como Mitre y López, en trabajos monumentales, sin perjuicio de cultivar también, el primero, la poesía y otros géneros, y el segundo, la novela histórica y la ciencia americana. Gutiérrez se dedicó, con amplitud y provecho, a la crítica y la historia literarias; Mármol a la poesía civil y a la novela histórica; Alberdi a las ciencias morales y políticas y a la jurisprudencia. Sarmiento, en fin, dio con el Facundo y Recuerdos de provincia dos de los libros más representativos de la argentinidad.
En torno a ellos, una pléyade de escritores de menor talla realizaron también labores meritorias, pero esos siete autores, por la oportunidad y extraordinaria magnitud de sus producciones respectivas, se han convertido en los primeros grandes maestros del pensamiento argentino. Vienen luego, en la historia de que tratamos, «Los modernos», título bajo el cual se comprende a los numerosísimos escritores aparecidos más o menos desde el año 80 hasta fines del siglo XIX. Con ellos se polifurcan las orientaciones literarias, – se multiplican y subdividen los géneros cultivados y se diversifican los estilos en términos que no cabe reseñar ni ilustrar, citando ejemplos, en un artículo forzosamente reducido como éste. La Historia de la literatura argentina de Ricardo Rojas, no deja de ser susceptible de reparos, como toda obra de tanta extensión y complejidad, naturalmente inclinada a caer en errores, omisiones o descuidos, pero por su plan, su método, su elevado juicio y las superiores cualidades de su arte expositivo, llena cumplidamente el magno y patriótico objeto que se propuso su autor, siendo por todo ello una de las obras más considerables y dignas de encomio, dentro de los frutos literarios de la cultura argentina. En su última edición de 1948 — incluida en las Obras completas de Ricardo Rojas — esta Historia se reparte en ocho volúmenes. El último lleva varios apéndices.
A. Melián Lafinur