[Geschichte des Abfalls der vereingten Niederlande von der spanischen Regierung]. Publicada en 1788, en la revista «Teutscher Merkur», y en volumen y refundida en 1801, constituye, junto con la Historia de la Guerra de los Treinta Años (v.) la producción histórica de Friedrich Schiller (175&-1805). Para él, el estudio de la Historia fue lo que para Goethe el estudio de las Ciencias naturales: la búsqueda de una base de realidad, que luego tuvo una notable influencia en la creación de los dramas históricos siguientes; además, le interesaba en la Historia el problema de la victoria de la voluntad humana sobre las fuerzas naturales. La idea de la humanidad presupone en el hombre la posibilidad de afirmar libremente la propia personalidad espiritual y moral; por ello está unida, según Schiller, con la idea de libertad. Ésta tiene un valor más moral que político, pero también las luchas por la libertad política son un aspecto de la conquista de la libertad moral. Interesan, pues, especialmente a Schiller historiador, quien pensaba escribir un libro sobre «Rebeliones y conjuras», cuya primera parte había de tratar de la insurrección en los Países Bajos. En esta lucha por la independencia, de la que se había ocupado en su drama Don Carlos (v.), ve el ideal de la pugna por la libertad de pensamiento y de espíritu en el campo religioso y político, lucha que «hizo posible la victoria sobre las fuerzas oscuras y- perturbadoras del despotismo.
La primera inspiración la aportó la obra de Watson: Historia del reinado de Felipe II, rey de España, traducida del inglés [Histoire du régne de Philippe II, roi d’Espagne, traduite de Vanglais] (1777). En la progresiva elaboración y reelaboración de esta obra se advierte la tendencia del autor a librarse de toda parcialidad subjetiva y a alcanzar la fría objetividad mediante el estudio cuidadoso de las fuentes históricas. El primer libro contiene una ojeada retrospectiva sobre el desarrollo de los Países Bajos hasta el s. XVI; luego, en el reinado de Carlos V y de Felipe II. El autor trata de explicar cómo Carlos V, natural de los Países Bajos, era muy amado por los flamencos, y por ello no se produjeron movimientos de rebelión bajo su reinado, aunque no extendió la libertad civil al campo religioso. Su hijo Felipe II, en cambio, español y beato, llevó aquel país floreciente a la desesperación y a la revuelta. Es interesante la característica representación de ambos soberanos, así como de los principales personajes de la época: Guillermo de Orange, el Taciturno, que escondía bajo su impasibilidad externa un alma ardiente, pródigo de su oro y avaro de su tiempo, inaccesible a la astucia y al amor, conjurado nato; junto a él, el Conde de Egmont, benjamín de todos ellos, óptimo soldado pero pésimo hombre político, con todas las dotes de un héroe; Margarita de Parma, gobernadora de los Países Bajos, hija natural de Carlos V, crecida en el país y experta en las formas de gobierno de sus predecesores.
Schiller la dibuja con unos pocos rasgos muy gráficos, buena amazona y devota fiel de Ignacio de Loyola, y le reprocha un alma vulgar, incapaz de convertirse, como hubiera podido hacerlo, en la bienhechora de su pueblo. La parte más importante del segundo libro está constituida por la caracterización del cardenal Granvela; aunque Schiller deteste al tirano de los Países Bajos y al enemigo de la nueva doctrina religiosa, por lo que presenta su política y sus intrigas bajo la luz más sombría, no puede librarse de cierta admiración estética por el genio del gran hombre de Estado, por su extraordinaria capacidad y tesón que le hacen parecerse al gran cardenal Mazarino. En el tercer libro, junto a la fina representación psicológica de los caracteres, hay eficaces escenas de masas, como las famosas de los anabaptistas, de los iconoclastas y de los «gueux». En el cuarto libro estalla por fin la guerra civil: entra el duque de Alba, huye el príncipe de Orange, caen Egmont y Horn, y se marcha la duquesa de Parma. Desde el punto de vista histórico, la obra está hoy, naturalmente, anticuada; pero tanto desde el punto de vista psicológico como desde el ético y artístico, tiene gran importancia en la producción schilleriana en prosa; el problema histórico es visto con ojos de poeta y pensado con mente de filósofo, y el estilo se eleva por primera vez a una serena claridad y a una tranquila objetividad.
C. Baseggio-E. Rosenfeld