[Storia della Filosofia]. Obra en dieciséis volúmenes de Guido de Ruggiero (1888-1948). Antes de concebir el plan de una historia general de la filosofía, el autor publicó, todavía muy joven (1912), un volumen acerca de la Filosofía contemporánea, en cinco secciones referentes a Alemania, Francia, Inglaterra, América e Italia, y tras aquel primer ensayo de la obra, que rehará después partiendo de los comienzos de la especulación filosófica para extenderla hasta su desenvolvimiento casi completo, Ruggiero se dirige al pasado, movido por una fermentación interior de problemas, casi rastreando dialécticamente los más inmediatos orígenes del movimiento idealista contemporáneo en el que participaba con vivo y personal entusiasmo; así, no se imagina la historia, según un falso concepto de la objetividad, como una extrínseca exposición y documentación de las vicisitudes experimentadas por la vida del pensamiento, sino como una reconstrucción crítica de ella, a la que el historiador aporta el calor dramático de la propia vida moral y mental, anudando el pasado al presente y sentando las premisas del desenvolvimiento futuro.
En realidad, en su primer trabajo se apresta a trazar la línea por la cual, de la decadencia del Idealismo (v.) clásico en el siglo XIX, se pasa al surgir de la filosofía naturalista y positivista, y de la discusión de ésta al despertar de la especulación idealista, partiendo de una decidida posición polémica frente al Naturalismo (v.) antehistórico y al Positivismo (v.) anti espiritualista. Su visión idealista, animada en aquel momento por un radical actualismo influido por Gentile, templado más tarde, se muestra claramente expresada en aquel ensayo juvenil, en que contra toda idea del pensamiento como entidad estática e inmóvil fuera de la historia, se afirma la universalidad concreta del espíritu, que vive individualizándose en la historia, y creándose a sí mismo en este proceso de individualización. Sucesivamente, pero todavía sin ajustarse al plano preestablecido de una historia completa del pensamiento, publicó (1916) los dos volúmenes sobre la Filosofía griega, a los que siguió en 1920 la Filosofía del Cristianismo. Reemprendida la obra en 1930 con los dos volúmenes sobre Renacimiento, Reforma y Contrarreforma, se continuó con ritmo más rápido e intenso; La época cartesiana, en 1933; los Filósofos del Novecientos, en 1934; La época de la Ilustración, en dos volúmenes (1938); De Vico a Kant, en 1940; La época del romanticismo, en 1943; y el volumen sobre Hegel, en 1947. Llenado así el vacío que queda en el breve espacio transcurrido entre el final del movimiento idealista y el positivismo, Ruggiero recorre el vastísimo horizonte de la historia del pensamiento, desde el naturalismo griego hasta nuestros días, en un tratado parangonable por su amplitud, estructura y vasto alcance a las mayores historias de la filosofía.
El aspecto que puede ser objeto de discusión no es, naturalmente, el de la utilidad material con que esta historia se ofrece a los investigadores, proporcionándoles en amplios y riquísimos cuadros, en atentas y limpísimas reconstrucciones, la serie total de los sistemas y de los mayores y menores problemas filosóficos de todos los tiempos; tampoco puede discutirse la interpretación y valoración personal que el autor da de éste o de aquel problema, para lo cual deberíamos detenernos en un análisis detallado y minucioso, imposible de hacer aquí; antes bien, es el concepto mismo de la historia, entendido como historia general. Cierto es que, precisamente en los años en que Ruggiero iba construyendo su obra mayor, maduró en Italia una idea nueva y aun revolucionaria de la historia, según la cual, a fin de que, llevado por un malentendido sentido de la serenidad y la objetividad, no se convierta el trabajo del historiador en una llana y deshilvanada exposición, deberá nacer de un drama o de un calor de vida moral y mental que engendre el indispensable movimiento de atracción y de simpatía hacia el pasado, y el pasado más remoto en el tiempo se reconstruya idealmente «en nuestro tiempo», haciéndose inteligible y críticamente interpretable. De aquí — frente al desprestigio sufrido por las historias generales o universales, en que, refiriéndonos ahora a la filosofía, cada pensador, cada sistema o problema y cada orientación van desfilando en sucesión cronológica o toman su puesto en cualquier otra ordenación externa, dentro de una totalidad gris e indiferenciada — el creciente prestigio de los tratados monográficos, según la idea de que un único detalle de la infinita materia del pasado puede a veces despertar una curiosidad histórica, es decir, científica, verdaderamente viva, y aportar al presente una contribución de claridad que sea estímulo para ulteriores desarrollos en el pensamiento y en la vida.
Pero debe reconocerse que si Ruggiero no logró abordar (porque a nadie le es concedido) con el mismo interés científico y participación crítica toda la historia del pensamiento, y tratarla en cada momento con igual calor, y esa agudeza viva y polémica que, según se ha visto, le impulsó al estudio de los contemporáneos; no obstante, como era un espíritu vivo y especulativamente curioso, aunque no siempre precisa y decididamente orientado, ni siempre atormentado por el problema filosófico con la misma intensidad dramática, desde el observatorio personal de su conciencia y de su íntima personalidad, que equivale a decir de su idea espiritualista e idealista, pudo observar la vasta materia de sus estudios y, tocándola, animarla con un acento crítico explícito o implícito y darle el relieve de una móvil y animada perspectiva. Por otra parte, y siempre en virtud de su personal posición filosófica, de su idealismo anti naturalista y anti mecanicista, pudo rehuir otro defecto a que se exponen las historias generales, que consiste en abandonarse a considerar la historia como un ineluctable desenvolvimiento, como el plácido derivar de un sistema hacia otro o un mezclarse y combinarse de éstos, merced a una dialéctica falsa y postiza, preestablecida y planificada. En la Historia de Ruggiero, los filósofos, con sus dramas humanos y con su trabajo especulativo, así como en la mutua relación entre pasado y presente que es la condición histórica y concreta indispensable en toda obra y en todo acto humano, se disponen y resaltan con el relieve y, a veces, con el vigoroso relieve de su personalidad creadora, como centros autónomos de vida especulativa, hasta llegar a convertirse en algunos casos en objeto de verdaderos tratados monográficos, como el de Hegel, que según se ha dicho, llena un amplio volumen.
A. Parente