[Historiariim adver sus paganos libri septem]. Obra apologeticohistórica de Pablo Orosio, escritor probablemente español de principios del siglo V, escrita en 417 a ruegos de San Agustín, como complemento del libro tercero de la Ciudad de Dios (v.). Orosio se propone demostrar que la humanidad sufrió calamidades bastante más graves antes del Cristianismo que después; a este fin escribe una historia universal que se diferencia de los compendios históricos tan frecuentes en su tiempo por su carácter meramente apologético.
La obra está dividida en siete libros, puesto que Orosio estaba convencido del valor simbólico que San Agustín atribuía a este número: el primer libro comprende, tras una breve descripción del globo terrestre, la historia del mundo hasta la fundación de Roma, acaecida, según Orosio, en el 752 a. de C.; el segundo llega hasta la invasión de Roma por los galos, y comprende la historia de los persas después de Ciro y de los griegos hasta la batalla de Cunasa; el tercero trata de la historia de Grecia y Roma hasta el 200 a. de C.; el cuarto, de las guerras contra Pirro y de las guerras púnicas; el quinto llega hasta la insurrección de los plebeyos; el sexto, hasta Augusto y el nacimiento de Cristo; y el séptimo, hasta los tiempos del autor. Más que los hechos históricos, el autor hace resaltar las grandes calamidades de la humanidad, como terremotos, pestes, hambres y guerras civiles; después del advenimiento del Cristianismo, estos males se hicieron, según Orosio, menos graves; incluso los bárbaros son menos feroces de lo que comúnmente se cree y podrán ser civilizados en contacto con los latinos. La presencia activa de la Providencia divina se hace patente en todas las vicisitudes de la historia; en las misteriosas correspondencias cronológicas entre la historia de los cuatro imperios que se han sucedido en la tierra: babilónico, macedónico, cartaginés y romano, Orosio, al igual que su maestro San Agustín, ve el signo de la Providencia: entre la fundación de Babilonia por Semíramis, por ejemplo, y la conquista de esta ciudad por los me- das, han pasado 1.164 años; otros tantos habrán transcurrido entre la fundación de Roma y la invasión de Alarico. Mientras el imperio babilónico caía por obra de los medos, surgía Roma; al imperio de Oriente sucedía el de Occidente, de los cuales los breves imperios macedónico y cartaginés no fueron más que la preparación (cfr. San Agustín: Ciudad de Dios, XVIII, 2).
El mismo carácter apologético de la obra explica sus frecuentes exageraciones e inexactitudes: por otra parte, a esta intención apologética es debida la vivacidad que la distingue de los demás compendios de historia corrientes en este período. Sus fuentes son la Crónica (v.) de Eusebio de Cesa- rea, un epítome de Livio, los Comentarios (v.) de César, que, según Orosio, son obra de Suetonio, los escritos históricos de Tácito, Justino, Floro y del mismo San Agustín. Escritas en un estilo vivo, rico en resonancias clásicas, sobre todo virgilianas, las historias de Orosio tuvieron grandísima difusión en la Edad Media y se convirtieron a su vez en fuentes de numerosas obras, como las de Marcelino Comes, Jordanis, Gregorio de Tours, Isidoro de Sevilla, Beda, Paulo Diácono, etc.
E. Pasini
* Una importante traducción de la Historia contra los paganos fue hecha entre los años 888 y 893 por el rey anglosajón Alfredo (m. 901); se titula Historia universal del rey Alfredo [Huniversal History of King Alfred]. El autor quiso dar a su pueblo un compendio de historia y geografía universal, tratando el original con gran libertad, introduciendo alteraciones y añadiduras, omitiendo muchos detalles superfluos y aportando preciosas contribuciones propias. En la parte geográfica, por ejemplo, omitió la descripción del nordeste del África y del Asia central y abrevió muchos otros pasajes; pero en compensación añadió una descripción de la parte de Europa que él llamaba Germania, al norte del Rin y del Danubio, y, sobre todo, la relación de dos viajes, uno del noruego Othere, que fue entre sus contemporáneos el que llegó más al Norte, alcanzando la latitud de 71° 15’, y exploró el mar Blanco al norte de Escandinavia, y otro del danés Wulfstan, que exploró el Báltico hasta el Vístula. El viaje de Othere, que está reproducido también en la colección de los viajes de Hakluyt (v. Principales navegaciones), es el primer intento de dar expresión literaria al espíritu explorador que animaba en aquel tiempo lo mismo a los exploradores nórdicos que al rey sajón.
La parte histórica del libro es bastante menos original que la geográfica; Alfredo omitió muchas de sus partes, especialmente la referente a la mitología clásica; añadió, en cambio, algunos episodios que él atribuía a Orosio, pero que no se encuentran en el original y para los cuales se sirvió probablemente de materiales que nos son desconocidos. Son varios sus errores, debidos a falta de conocimiento de las cosas y lugares descritos o bien a defectuosa comprensión del difícil latín de Orosio. Siempre, que le es posible, el rey obra como intérprete substituyendo equivalentes ingleses a los nombres latinos de las ciudades británicas, y nombres de medida ingleses a los latinos. En toda ocasión, Alfredo procura poner los hechos históricos en relación con la vida de su tiempo: las hazañas militares de griegos y romanos le hacen pensar en las guerras en que se vio envuelto, y sus explicaciones de las maniobras están generalmente fundadas en la experiencia. La obra es atribuida a Alfredo por evidentes razones intrínsecas de lengua y estilo, aunque no exista prueba alguna cierta tal atribución; el primero que asoció su nombre con la traducción fue William de Malmesbury en sus Gesta Rerum Anglorum.
A. Párente