[Histoire comique]. Novela de Anatole France (François-Antoine Thibault, 1844-1924), publicada en 1903, que se nos presenta, en su árida brevedad y conceptuosa elegancia, como una de las obras más características de este refinado escritor. La historia es «cómica» porque ocurre en el mundo de los actores cómicos, de los comediantes del teatro del Odeón, en París. La primera dama joven, la bellísima Felicitas Nanteuil, deliciosa criatura, toda instinto y gracia, exquisitamente egoísta y pasablemente ignorante, se encuentra indecisa entre las pretensiones de su compañero de arte, Chevalier (un pobre hombre sucio, generoso, violento y desgraciado, al que se ha entregado casi por compasión) y el amor del joven y brillante diplomático Roberto de Ligny. La intriga se desarrolla en una serie de escenas y de incidentes graciosamente pintorescos, juzgados con penetrante ironía y comentados por las filosóficas y paradójicas consideraciones de un viejo médico, Trublet, llamado el doctor Sócrates, que es, en cierto modo, «testigo» de los acontecimientos, y, junto a Constantin Marc, un inteligente escritor de provincias, es como el portavoz del propio France.
Chevalier, desesperando de poder reconquistar a la mujer, se suicida en presencia de Felicitas y de Roberto, arrojando su maldición sobre el amor de ambos. La muchacha, supersticiosa e impresionable, sufre tal sacudida nerviosa que desde entonces vive en continuas alucinaciones, presa de una verdadera enfermedad para la que nada valen los consejos del buen doctor Sócrates, y que la inhibe de entregarse al amor de Roberto, hacia el cual, sin embargo, se siente atraída con instintiva violencia. La tragedia es mantenida por France voluntariamente en los límites, propios de su arte, de un juego irónico bordado con desconcertantes filosofemas y desenvuelto con refinada maestría, en un estilo acerado y centelleante de ingenio. Pero, por el propio contraste, aflora de sus páginas una sugestiva amargura que llega a tonos casi fatales, y atestigua una vez más las raras cualidades de este escritor tan célebre y tan discutido.
M. Bonfantini
Es elocuente, fino, elegante. Es el triunfo del eufemismo. Pero carece de inquietud; se le agota a la primera lectura. No creo mucho en la supervivencia de aquello sobre lo que todos están de acuerdo desde el principio. (A. Gide)
Se amó en seguida una lengua que se podía gustar sin pensar demasiado sobre ella, que seducía por una apariencia de naturalidad, y cuya limpidez a veces dejaba indudablemente transparentar un pensamiento angosto, pero no misterioso… Hay en sus libros un arte consumado para desflorar las ideas y los problemas más graves. Nada detiene la mirada, si no es la maravilla de encontrar alguna vez algo que la detenga. (Valéry)
En Fielding y en Thackeray hay más luz que calor, pero el calor es suficiente para hacer de ellos novelistas. De Anatole France no se puede decir otro tanto. (J. W. Beach)
Historia como juicio y como acción. (B. Croce)