Son seis himnos en honor de otras tantas divinidades, compuestos por Calimaco de Cirene, poeta griego de la época alejandrina (alr. 320-240 a. de C.). Los cuatro primeros, dedicados respectivamente a Zeus, Apolo, Artemisa y Délos, están escritos en hexámetros y en dialecto jónico; el quinto, «Al baño de Palas», está en dísticos elegiacos y en dialecto dórico literario, análogo al de Teócrito; el sexto, a Deméter, está también en dialecto dórico y en dísticos elegiacos. La forma exterior de estos himnos, así como la lengua de los cuatro primeros, es homérica, pero su verdadera inspiración es moderna y distinta según las composiciones, en general más bien lírica que épica, y mucho más ligada a las formas y al contenido del culto que en los himnos homéricos, simples cantos proemiales. Nueva es también en estos Himnos la introducción, en el canto religioso, del elemento patriótico, con la celebración de los Tolomeos, que se enlaza, y a veces se identifica, con la de la divinidad.
El primer himno, dedicado a Zeus, se distingue de los otros en cuanto que falta en él casi completamente el elemento religioso y la alusión al culto: se narra con gran elegancia el nacimiento del dios en Arcadia y su juventud en la caverna de Creta; se le celebra luego como rey de los dioses y señor de los soberanos que ostentan el poder sobre la tierra, y en particular de Tolomeo Filadelfo. Asimismo, en el segundo himno, en honor de Apolo, el elemento patriótico ocupa el primer plano, porque el dios es celebrado con todos sus atributos y en particular como fundador de Cirene, patria del poeta, y como protector divino de la dinastía de los Tolomeos. Fue compuesto para las fiestas rituales en honor de Apolo Carneo. En el tercer himno, a Artemisa, se celebra a la diosa cazadora y se enumeran sus cultos más famosos: en conjunto no es muy original ni logra particular altura poética, exceptuando quizás el episodio de la visita de Artemisa a- los Cíclopes que le fabricaban las armas, en el que se inspiró Virgilio para el canto octavo de su Eneida. El himno a Délos fue compuesto con motivo de una ceremonia en esta isla, y en él son frecuentes las reminiscencias homéricas. Relata en la primera parte las largas andanzas de Latona perseguida por Hera: durante un descanso en Cos, Apolo, todavía no nacido, predice la celebridad de la dinastía de los Tolomeos; en la segunda parte se describe el nacimiento del dios en Délos y las fiestas celebradas en su honor en esta isla. El himno se cierra con una invocación a Apolo, protector de los poetas.
El himno «Al baño de Palas», en dísticos elegiacos y en dialecto dórico, fue compuesto para la ceremonia argiva del baño de una imagen de la diosa en las aguas del Inaco. La escena transcurre en el camino que baja hacia el río; en espera de la llegada del cortejo, una mujer narra a otra la leyenda de la ceguera de Tiresias por haber visto a Palas en el baño. Más unitario que éste, aunque bastante parecido, es el himno a Deméter, en el cual, mientras aguarda la procesión sagrada, una mujer refiere a las demás el mito de Erisictón, condenado al hambre por Deméter, diosa de la abundancia. Aquí, como en el caso de Tiresias, se trata de uno de aquellos mitos poco conocidos por los que Calimaco sentía predilección. La lengua y el estilo de estos himnos son bastante cuidados: quizás en algunos rasgos, excesivamente refinados. Fueron probablemente compuestos entre 280 y 270, el período más afortunado de la actividad poética de Calimaco.
C. Schick
En la elegía, el primer puesto corresponde a Calimaco. (Quintiliano)