[Syny]. Novela de Vasyl Stefanyk (1871-1936), publicada en la revista «Literaturno Naukovyj Vistnyk» de Lemberg (1922-VII). Es una de las mejores páginas del novelista ucraniano que, por lo trágico de sus miniaturas, fue llamado el «poeta del alma dura». El viejo Maksym, fuerte tipo de campesino ucraniano, después de haber perdido dos hijos en la guerra por la liberación de Ucrania, muerta su mujer de dolor, continúa trabajando su tierra hablando al caballo: «Adelante, Estrella, hasta que Dios quiera, hermano, trabajemos esta tierra». Pero el dolor y la ira lo hacen hablar y cuenta en un monólogo de extraordinario realismo psicológico todas sus penas de viejo desorientado, solo en la casa, donde «los iconos se han ennegrecido en las paredes y los santos miran la casa vacía, como perros hambrientos…», porque nadie los cuida ya. Después de haberse quejado al caballo, que no le obedece como le obedecería si fuese joven y fuerte; con el pie ensangrentado, mientras la alondra canta sobre su cabeza y no quiere volar hacia el cielo, el viejo se queja al mismo Dios porque no quiere hacerle saber dónde están las tumbas de sus hijos: «Tú has resucitado al Tuyo, según dicen. Y yo no te digo resucita a los míos, sino que te digo: enséñame dónde están sus tumbas, para que yo pueda tenderme a su lado…» Son conmovedoras en su trágica simplicidad sus apelaciones a las dos nueras, viudas jóvenes, y los recuerdos de su juventud y de la infancia de sus hijos. Al obscurecer, después de haber terminado sus tareas, el viejo se arrodilla ante la Virgen: «Y Tú, Madre de Dios, sé Tú el ama de mi casa, mi mujer. Tú con Tu hijo en medio y mis Andrij e Ivan a los lados. Tú diste a la muerte un hijo, yo dos…»
E. Onatskyi