[Bellum Iugurthinum]. Monografía histórica de Cayo Salustio Crispo (86-35 a. de C.) acerca de la guerra de los romanos contra Yugurta, rey de los númidas (111-105 a. de C.).
Yugurta había usurpado el trono a los hijos de Micipsa, asegurándose la connivencia del Senado mediante la corrupción; pero la agitación del partido popular había obligado a declararle la guerra. Los primeros generales enviados por el Senado y pertenecientes a la nobleza, se cubrieron de desdoro: sólo Cecilio Metelo reivindicó el honor de las armas romanas. Pero la guerra proseguía, y del descontento se aprovechó Cayo Mario, el rudo y obscuro caballero de Arpiño, para provocar una agitación contra la nobleza, hacerse nombrar cónsul y obtener el mando contra Yugurta; en dos años, éste fue vencido y entregado a los romanos. En la elección de este asunto, lo mismo que en la composición de la Guerra de Catilina (v.), Salustio aprovechó la oportunidad que le brindaba de atacar el desgobierno de la nobleza, venal y cobarde, narrando el primer triunfo del partido popular. Por esto tienen parte relevante en el relato las luchas políticas de la capital, pintadas con evidencia y vivacidad: una digresión está dedicada a la corrupción que reinaba entre los nobles. Pero por encima de los tumultos de las masas descuellan el tribuno Cayo Memmio y Mario, descritos en eficaces retratos presentados pronunciando discursos libremente compuestos por el autor, según la técnica de la historiografía antigua, y que corresponden admirablemente a la situación y al carácter de los personajes. La historiografía de Salustio es esencialmente psicológica y edificante.
El partidismo del autor no enturbia su juicio sobre los hombres mejores de la nobleza, como Metelo y Sila, ni disimula los defectos de Mario o las debilidades de las masas: la verdad es mucho más respetada que en la obra precedente. En cuanto a las operaciones militares, el relato peca de imprecisión, justamente en lo que se refiere al héroe principal, y en cambio es más abundante para sus rivales, Metelo y Sila. Tampoco en esta obra — como en la Guerra de Catilina — Salustio se abandona a la busca de efectismos (el estilo, siempre personalísimo, por la asimetría de las frases y el colorido arcaico y poético, reacciona contra los halagos de la armonía ciceroniana), sino que se detiene únicamente en lo esencial. Ello da un relieve tanto mayor a los discursos y a las dos breves digresiones, una sobre la geografía y la etnografía de África, para la cual Salustio se valió de los conocimientos adquiridos durante su gobierno en Numídica, y la otra sobre el legendario heroísmo de los hermanos Filenos.
A. Passerini