Grandeza Mexicana, Bernardo de Balbuena

Obra del poeta español Bernardo de Balbuena (1568-1627). Fue publicada en México por Ocharte (1604), y de ella se hizo, en 1927, una edición fac­símil por la sociedad de Bibliófilos Mexicanos. Su texto puede leerse en la publi­cada (1941) por Francisco Monterde en la «Biblioteca del Estudiante Universitario», núm. 23. Este poema, en tercetos endeca­sílabos, con cuartetos al final de cada una de sus partes, pertenece tanto a la litera­tura mexicana como a la española. Se ini­cia con una octava real, que transcribimos, porque encierra el argumento de la obra: «De la famosa México el asiento / ori­gen y grandeza de edificios / caballos, ca­lles, trato, cumplimientos / letras, virtudes, variedad de oficios / regalos, ocasiones de contento / primavera inmortal y sus indi­cios. / gobierno ilustre, religión, estado / todo en este discurso está cifrado». Pres­cindiendo del tema de la conquista, que a varios poetas anteriores había seducido, can­ta Balbuena las excelencias de la ciudad como contraste con «la pequeñez y mez­quindad de los pueblos. «El poeta parte de la topografía, para descender después a describir lo externo — edificios, caballos, ca­lles—; alaba las costumbres; penetra en lo espiritual — cultura, virtudes —; se asoma a los oficios, las relaciones sociales; pondera el benigno clima; alaba el gobierno, la Religión, y concluye con un elogio, por igual, para la España peninsular y la Nueva Es­paña». La Grandeza reviste la forma de una carta dirigida por su autor a doña Isabel de Tovar y Guzmán, que se disponía a pa­sar en un convento el resto de sus días. Balbuena, sinceramente enamorado de la ciudad de México, que algunos suponen ha­ber sido su patria, dice de ella con entu­siasmo: «Ríndase el mundo, ofrézcale la palma / confiese que es la flor de las ciu­dades / golfo de bienes y de males calma». Bien considerado el poema, se echa de ver que — además de sus méritos artísticos — tiene no pequeño valor histórico.

A. M. Carlo

Si de algún libro hubiéramos de hacer datar el nacimiento de la poesía americana propiamente dicha, en éste nos fijaríamos. (Menéndez Pelayo)