Bajo este título se publicó en 1932 un volumen de ensayos del filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955), aparecidos antes en la «Revista de Occidente»; lleva un prólogo- conversación de Fernando Vela, en el que Ortega prolonga y completa algunos temas iniciados en sus obras anteriores.
El núcleo del volumen está integrado por dos estudios sobre Goethe: «Pidiendo un Goethe desde dentro» y «Goethe el libertador». Ortega postula una imagen de Goethe más exacta y profunda que la habitual, que llegue al núcleo de la personalidad de Goethe, al descubrimiento de su auténtica vocación o proyecto vital. Y para hacer esto tiene que esbozar una teoría de la vida humana — tema central de su metafísica—. La vida es naufragio, y la cultura un esfuerzo natatorio, una reacción para sobrevivir; cuando esto se olvida, la cultura se hace linfática. Y los clásicos han de justificarse ante la vida. El «quién», el «yo» no es el cuerpo ni el alma, no es cosa alguna, sino el que tiene que vivir «con» las cosas, «entre» las cosas, y no una vida cualquiera, sino una vida determinada. El proyecto en que consiste el «yo» no es elegido, es anterior a la voluntad y a las decisiones, es nuestro auténtico ser, nuestro «destino»; ese proyecto, programa, pretensión o vocación, podemos realizarlo o no, pero no cambiarlo, substituirlo o prescindir de él. A la vez, la vida no es subjetiva, sino lo más objetivo, es encontrarse él «yo» sumergido en lo otro, que es la circunstancia. «Vivir es ser fuera de sí — realizarse —». «Esta unidad de dinamismo dramático entre ambos elementos — yo y mundo — es la vida». «La vida es preocupación de sí misma».
En una nota, Ortega señala la antigüedad en su obra de una serie de ideas filosóficas con las cuales coinciden algunos descubrimientos muy recientes de la filosofía alemana, sobre todo de Heidegger, y puntualiza la fecha de aparición de varias tesis decisivas. El resto del volumen está compuesto por ensayos sobre «La poesía de Ana de Noailles» — donde se plantea el tema de las relaciones entre la femineidad y la lírica—; artículos sobre Barres, Mallarmé y Scheler; un ensayo «Sobre el punto de vista en las artes», en que intenta reconstruir la historia de la pintura, desde el Quattrocento hasta el Cubismo (v.), como una serie de cambios de perspectiva, «un retraimiento desde el objeto hacia el sujeto pintor»; un trabajo titulado «Para una topografía de la soberbia española»; otro «Para una psicología del hombre interesante» (véase Estudios sobre el amor); artículos sobre «Cosmopolitismo» y «Reforma de la inteligencia», «El problema de China», «Sobre la sinceridad triunfante» y «Abejas milenarias»; por último, uno de los más importantes estudios de Ortega, «La Filosofía de la Historia de Hegel y la historiología», que es una teoría del conocimiento histórico y una fundamentación de la disciplina que Ortega llama «historiología». Según él, toda ciencia de realidad, y por tanto la historia, se compone de cuatro elementos: a) Un núcleo «a priori», que es la «analítica» de la realidad investigada; b) Un sistema de hipótesis que enlaza ese núcleo «a priori» con los hechos observables; c) Una zona de inducciones dirigidas por esas hipótesis; d) Una periferia descriptiva de carácter rigurosamente empírico.
Pero la historia tiene peculiaridades que la distinguen de la física o de otras ciencias: no es «manipulación», sino descubrimiento de realidades («alétheia»); no puede sustantivar sus métodos; hay un sistema de invariantes o constantes absolutas que hacen posible la variación histórica. La historiología no es ni lógica ni metafísica de la historia; es un análisis inmediato de la «res gesta», de la realidad histórica. No hay, afirma Ortega, un pensar formal; el pensamiento lógico puro es también material. «En suma, pensamos con las cosas». Desde este punto de vista, Ortega inicia en este estudio — inacabado — una comprensión de la realidad histórica desde la vida individual, trascendiendo hacia la vida o realidad histórica, y al final apunta el problema de si tienen sentido histórico efectivo las expresiones «universalidad» o «humanidad».
J. Marías