[De spiritualis historiae gestis]. Poema en hexámetros, en cinco libros, de Alcimo Ecdicio Ávito, obispo y poeta cristiano de origen galo, que vivió del 450 al 518 aproximadamente. El título de este poema,, sobre el que se funda sobre todo la considerable fama de su autor, procede de una carta suya. Cada libro tiene su título particular; el primero, «El origen del mundo» [«De mundi initio»]; el segundo, «El pecado original» [«De originali peccato»]; el tercero, «La sentencia de Dios» [«De sententia Dei»]; el cuarto, «El diluvio universal» [«De diluvio mundi»]; el quinto, «El paso del mar Rojo» [«De transitu maris»].
Los tres primeros, poéticamente superiores a los otros dos, constituyen casi un poema en sí; los temas están tomados de la Biblia, pero están tratados con libertad absoluta por el autor, que inserta en ellos largas descripciones, como la del Paraíso terrenal, las inundaciones del Nilo o la tentación de Eva, y episodios diversos, como el del ave fénix, la parábola de Lázaro; relaciona hechos bíblicos con acontecimientos contemporáneos (por ejemplo, compara las desgracias que afligieron a la tierra tras del pecado original, con las de su tiempo); hace interpretaciones alegóricas (así Eva, salida del cuerpo de Adán, es un símbolo de la Iglesia nacida de Cristo; el dolor de Adán y Eva, luego de ser arrojados del paraíso terrenal, es análogo al del alma humana que, después de la muerte, deplora sus pecados). Los dos últimos libros, menos interesantes, describen respectivamente el diluvio universal y el paso del mar Rojo, episodios que deben ser considerados, según el autor, como bautismos de la humanidad.
No faltan tampoco en esta última parte rasgos notables, como las largas comparaciones con que comienza el cuarto libro; la depravación que se difunde por el mundo es comparada a las malas hierbas que pronto recubren un campo que se deja inculto, o a una pequeña fuente que se transforma en caudalosa corriente; llenas de vida son las descripciones del diluvio y las de los estragos del género humano, las de las plagas con que Dios castigó a Egipto, la de la partida de los hebreos y su persecución por los egipcios. En general, la materia cristiana está tratada por Ávito con la técnica aprendida de los clásicos: los poetas a quienes se refiere son, además de Virgilio y Apolinar Sidonio, al que coloca en el mismo plano que al anterior, Ovidio, Lucano y Claudiano entre los paganos, y Juvencio, Sedulio, Mario Víctor y Draconcio entre los cristianos. Sabe encontrar vivos acentos dramáticos, alcanzando a veces hasta efectos líricos. La lengua, prosodia y métrica, están muy cuidadas y son de ordinario regulares. El poema de Ávito no fue muy conocido en el Medievo, pero son evidentes las huellas del influjo por él ejercido, sobre todo en la poesía anglosajona y alemana antigua.
E. Pasini