Germinal, Émile Zola

Novela del escritor francés Émile Zola (1840-1902), publicada en 1885, que ocupa el lugar décimotercero del ciclo del Rougon-Macquart (v.). Es uno de los libros más famosos del autor, porque par­ticipa de su aspiración a una renovación social y siembra el «germen» de las reivin­dicaciones del pueblo.

El joven Étienne Lantier, hijo de Gervasia Macquart, se tras­lada a Montsou a buscar trabajo en las minas, y ve todo un mundo de sufrimientos y de iniquidad que quiere abolir con una pro­paganda revolucionaria. Diez mil mineros gimen oprimidos por los turnos de trabajo, por los escasos salarios, sin casa o en ho­rrible promiscuidad; abundan los vicios y la corrupción, y entre alcohol y mujeres transcurre la existencia de tantos deshere­dados, a los que una chispa podría hacer volver a su estado de hombres. Étienne en­cuentra compañeros honrados y llenos de fe, especialmente el obrero Maheu y su fa­milia; pero un minero vulgar y malvado, Chaval, llevado por su odio hacia el recién llegado, seduce a la joven Catherine Maheu por la que su rival siente piedad y simpa­tía. Étienne se encuentra con un mecánico ruso, Suvarin, que se ha hecho peón por amor al pueblo; sombrío y soñador, des­deña las pequeñas soluciones: quiere des­truir la humanidad y preparar el camino para una renovación universal; el recuerdo de su mujer, muerta ante sus propios ojos en su patria, no le permite sentir piedad por nadie, y ve en la nueva revolución, re­presentada por Bakunin, la idea que abatirá a la hidra burguesa. Étienne, en cambio, se inspira en un socialismo evolucionista y, en nombre de Marx, sueña en lograr la adhe­sión de los mineros a la Internacional, fun­dada poco antes en Londres.

Una equivoca­da política financiera, obra del megalómano gobierno del Segundo Imperio, pone en apuros a la Compañía minera, que trata de ba­jar nuevamente, con manifiesto abuso, los salarios, y empuja a Étienne y a su clase social a organizar la resistencia. Estalla en­tonces una gran huelga que dura más de seis meses y el invierno acaba entre mise­rias y luchas. Una rebelión cada vez más clara se deja sentir entre los obreros: Étien­ne se convierte en el jefe del nuevo movi­miento, guía las reivindicaciones de sus compañeros, les incita a una acción inflexi­ble, pero, al estallar una nueva sublevación, a la que se oponen fuerzas militares, mu­chos caen muertos y él mismo se ve obli­gado a esconderse en un túnel abandonado. Dirige todavía la rebelión, pero es mal visto por su intransigencia; al fin, los mineros acaban por ceder, ante la espantosa miseria de sus familias. Entonces Suvarin pone en práctica sus proyectos nihilistas: cuando los mineros van reintegrándose poco a poco a su trabajo, los pozos se hunden y el agua invade las distintas plantas. Étienne, que había vuelto al trabajo para seguir a Catherine, abandonada por Chaval, encuentra a éste entre los pocos supervivientes; en un arrebato de odio, que antepone a sus buenos propósitos la fuerza de sus instintos atávicos, mata a su enemigo y se refugia con la joven en la galería más alta.

Cuan­do ya están a punto de salvarlos, comienza a desesperar y, en una trágica escena, en el agujero de la cueva y cerca del cadáver de Chaval, que las aguas han llevado hasta allí, se une a Catherine, que por primera vez siente florecer su amor; pero la muerte se la arrebata después de tantas fatigas y de tantos dolores. Étienne, salvado por la brigada de socorro, viendo la miserable con­dición en la que han caído de nuevo los obreros, se dirige a París con la ilusión de una próxima redención del pueblo, hacia un mundo al que también se había dirigido el místico Suvarin después de la matanza de las minas. La obra, a pesar de su continua actitud polémica en favor de un nuevo ideal social, tiene páginas muy fuertes so­bre la dolorosa y mezquina vida de los obreros, surgiendo a veces cuadros épicos, en los que aparecen las mejores cualidades del escritor. La obra está también conside­rada como un importante documento his­tórico por la caracterización que se hace en Étienne Lantier y en el ruso Suvarin del movimiento socialista evolucionista y de las extremas actitudes de los anarquistas.

C. Cordié

Zola no carece de cierta potencia; a ve­ces, como en Germinal, hay en su obra un algo casi épico. (Wilde)