[Zente refada]. Comedia en tres actos, en dialecto veneciano de Giacinto Gallina (1852-1897), representada por primera vez en 1875. El estudio del hombre enriquecido, común al teatro cómico de todos los países y que tiene también en el teatro italiano ejemplos tan notables como Il nuovo ricco de Nota (1775-1847). La moda e la famiglia de Gherardi Del Testa (1818-1881), es tratado en esta comedia con nueva profundidad. Momolo, enriquecido por improvisa herencia, intenta adaptarse a su nuevo estado; y lo mismo intentan hacer su mujer Zanze y su hija Nina, que deja a su novio Tonin, capitán de marina, por el caballero Carlo. Deseando ser alcalde de un pueblo, Momolo trata con el arruinado barón Fragoletta, para adquirir una quinta de éste en el campo, y da una recepción a la cual el barón conduce presentándola como esposa suya a la bailarina Eva, un tiempo cortejada por Carlo. Estupefacto, Carlo, a quien urge la dote de Nina, intenta alejarla, y como obsequio de despedida, le regala un abanico que la anciana Orsola, madre de Zanze, ha mandado vender a escondidas. De esto resultan enredos y celos.
En tanto, Tonin, que no quiere renunciar a Nina, y comprende que la joven no ama a Carlo, consigue tener una explicación con éste, el cual se aviene a retirarse; y Gigi, esposo de Emilia, otra hija de Momolo, exasperado por los gastos de su mujer, también ella embriagada por las riquezas de su padre; pide el divorcio. Así, todo el castillo de grandezas soñado por Momolo se hace pedazos, y la comedia termina con una vuelta al sentido común: Nina se casará con Tonin, Gigi y Emilia se reconcilian, y Momolo andará más cauto en sus aspiraciones. Aunque la trama, algo complicada y desordenada, perjudique a esta comedia, se afirma ya en ella la madurez del arte de Gallina. El esfuerzo de Momolo y de los suyos para elevarse a un nivel social superior, mientras permanece en ellos la íntima sensación de haber ido de mal en peor al cambiar de estado social, constituye una intensa nota de humanidad que rebosa la sencilla caricatura de los nuevos ricos, como era tratada por los comediógrafos precedentes; y todos los personajes, al salir de las fórmulas en que se había petrificado la tradición goldoniana, recuperan la universalidad que, robustecida por el maestro veneciano, no había encontrado, durante un siglo casi, verdaderos continuadores.
U. Déttore
Leyendo los volúmenes de su teatro veneciano, no se consigue desechar una impresión que, formulada, puede quizá parecer extravagante, y, con todo, es perfectamente natural. Sus personajes «representan la comedia»; la están representando muy bien; tanto, que es menester aplaudir; pero están representando. Se siente ya desde los primeros compases que sus personajes viciosos e iracundos no actúan en serio; que sus hombres de bien calumniados serán reconocidos por tales y premiados; que sus muchachas buenas se casarán, a pesar de todos los obstáculos, con sus excelentes enamorados. (B. Croce)