Genoveva de Brabante, Jacobo de Varazze

Antigua le­yenda popular, que ha tenido gran número de redacciones aparecidas bajo diversos tí­tulos, cuya primera versión, nos fue dada por Jacobo de Varazze (siglo XIII) en su Leyenda Áurea (v.). Genoveva (v.), hija del duque de Brabante, casó con el pala­tino de Tréveris, Sigfrido, que pronto hubo de partir para unirse con Carlos Martel en la lucha contra los sarracenos, dejándola al cuidado del mayordomo Golo. Éste, al no lograr seducir a la infeliz princesa, la acu­só de adulterio, haciéndola condenar a muerte por Sigfrido. Los siervos que de­bían matarla, apiadados de ella, la aban­donan en un bosque junto a su hijo recién nacido; a partir de aquel momento, Ge­noveva vivió de las frutas silvestres del bosque en tanto que una cierva amaman­taba a su hijo. Muchos años después, Sig­frido, durante una cacería, sigue a esta misma cierva, que le conduce a Genoveva, y, habiendo ésta podido probar su inocencia, la lleva a palacio. El traidor Golo es descuartizado, pero la princesa no puede sobrevivir mucho tiempo a los sufrimientos pasados. Genoveva es, por tanto, una típica heroína romántica «avant la lettre», una personificación de la virtud perseguida y reconocida demasiado tarde, de la santidad triunfante en su derrota. Como tal, tenía necesariamente que resultar muy cara al prerromanticismo lacrimoso y al romanti­cismo con ribetes místicos. Desde la Edad Media, apareció en varias versiones: pero su renacimiento se debe sobre todo a Pierre Claude Nivelle de la Chaussée (1692-1754), el cual, inaugurando el género lacrimoso, hizo de ella la protagonista de uno de sus dramas.

U. Déttore