Fuerte como la Muerte, Guy de Maupassant

[Fort comme la mort]. Novela de Guy de Maupassant (1840-1893), publicada en 1889. Lo mismo que Nuestro corazón (v.), que la siguió a breve distancia, es un minucioso y sencillo estudio psicológico más bien que una com­plicada narración. Olivier Bertin, pintor ya ilustre y rico, manteniéndose siempre a medio camino entre las audacias modernistas y la academia, ha llegado casi feliz a los cin­cuenta años, ocultando con éxitos la íntima vanidad de su carrera. Un sincero y cons­tante amor, que la amistad ha hecho aún más profundo, le ha acompañado hasta aquel momento: la hermosa Any de Guilleroy, esposa poco enamorada de un noble normando absorbido por la política, ha lle­gado con él, suave y serenamente, casi al umbral de la vejez; pero, de pronto, vuelve del campo (donde había pasado los últimos años en compañía de su abuela), la hija de Any, Anita, que Olivier conoció y quiso cuando niña y que ahora vuelve a ver he­cha una jovencita, vivo retrato de su ma­dre. Sin que se dé cuenta, las gracias de esta Ana, en la cual le parece revivir la pasada juventud de la mujer amada, em­briagan los sentidos y el corazón del ar­tista.

A través de una serie de episodios cruelmente reveladores, la madre intuye la verdad y la revela a su viejo amigo, el cual, incrédulo primero y escandalizado, debe acabar confesándole, y confesándose a sí mismo, sus sentimientos. Olivier y Any vi­ven desde entonces en un tormento conti­nuo. El pintor mantiene secreta su pasión a la jovencita, la cual dentro de poco va a casarse, pero esta represión le tortura: lo mismo que para Any, también para él la mayor pena reside en el tener que recono­cer la inevitable decadencia de la vejez. De día en día aumenta su sentimiento de ruina total, de un vacío interior que le devora: hasta el punto de que la rueda de un ómnibus, que lo arrolla en uno de sus desolados paseos hiriéndole de muerte, le parece casi la sentencia del destino. Esta novela, que Maupassant trabajó con especial cuidado (según escribió a su madre, este drama tenía que sugerir «una visión de la vida terrible, tierna y desesperada a la vez»), guarda, aún hoy día, una gran capacidad de sugestión poética. Y esto a pesar de que el autor, narrador por naturaleza, se interesa más por el «caso» que por las personas, por lo cual su obra vive más por los episodios particulares que por el conjunto. Es ésta una íntima debilidad que se revela incluso en el estilo: más finamen­te labrado y minucioso que de costumbre, entreteniéndose con gusto en el análisis en lugar de brillar e imponerse con los «he­chos», alejándose de la verdadera y gloriosa manera del Maupassant narrador.

M. Bonfantini