Célebre en Italia es la tragedia de Silvio Pellico (1789-1854) Francesca da Rimini, en cinco actos, en endecasílabos sueltos, representada en 1815 y publicada en 1818. Cuando Pellico la escribió, aún no había abrazado las ideas del Romanticismo, que sostuvo al cabo de tres años en las columnas del «Conciliatore»; aún sufría, en efecto, la influencia de Alfieri y más todavía la de Foscolo, al que le vinculaba una profunda amistad. Sin embargo, era ya sensible a las nuevas teorías románticas que empezaban a difundirse por Italia; su vacilación entre las dos corrientes literarias se advierte en la tragedia, en la que las famosas unidades aristotélicas (de tiempo, de lugar y de acción) son fielmente respetadas; pero en este marco tradicional se mueven personajes de un temple bien distinto al de la tragedia clásica.
La trama no se aleja sustancialmente de la narración dantesca; pero la gran preocupación de Pellico fue la de ablandar, de proporcionar circunstancias atenuantes a todos los personajes, inclusive a Gianciotto, que es presentado como un infeliz que mata en un momento de aberración. Por esta curiosa preocupación, los protagonistas adquieren una condición casi idílica y son incapaces de actuar con energía de carácter y de pasiones. Foscolo se dio cuenta de ello, y cruelmente juzgó la tragedia digna de las llamas; sin embargo, no le disgustó a Byron, que la tradujo al inglés. El público decidió su éxito, atraído por los vagos efluvios románticos que emanan de la tragedia, por ciertas tímidas alusiones patrióticas de Paolo, y por la actuación de la famosa Carlotta Marchionni — la protagonista principal— que en aquellos años dominaba las escenas; de manera que la obra de Pellico
M. Vinciguerra