[Physiologie de la critique]. Ensayo de Albert Thibaudet (1874-1936), publicado en París en 1930. «Fisiología», porque la obra emprendida por Thibaudet no era ni una psicología ni una geografía, sino una simple introducción a la historia de la crítica francesa y correspondía a aquella «fisiología del hombre en sociedad considerado en sus relaciones con la tierra», que es una parte de la geografía; fisiología, pues, en un doble sentido: estudio de las «funciones» de la crítica, pero también estudio de los modos de población, si se puede decir. La obra distingue, en efecto, en sus tres últimos capítulos, las tres funciones de la crítica: el gusto, la construcción y la creación; y en sus tres primeros capítulos las tres regiones naturales: la crítica espontánea, la critica profesional y la crítica de los maestros. La crítica espontánea es aquella de las personas honradas que leen y hablan de sus lecturas: crítica del día, que a menudo toma la forma de crítica periodística. Se preocupa totalmente de lo actual. La crítica profesional tiene una historia muy bien definida: Chapelain, Voltaire, La Harpe, Brunetiére y algunos otros. Se nota que Thibaudet, a pesar de ser él mismo un crítico profesional en el pleno sentido de la palabra, no gusta demasiado de la crítica de los profesores.
Ello se debe a que es bergsoniano y sabe distinguir con gran precisión entre la inteligencia vuelta hacia el pasado, y la intuición que coincide con la vida: de aquí su acusación a la crítica que pretende hallarse en el origen de la obra de arte y determinarla por adelantado, y su deseo de una crítica que intentase conocer la literatura en su interior como un organismo. La crítica de los maestros, por ejemplo el William Shakespeare de Víctor Hugo o la Introducción al método de Leonardo de Vinci (v.) de P. Valéry, o incluso ciertas páginas de El Genio del Cristianismo (v.) de Chateaubriand, es a menudo una contemplación de aquellas esencias que son: el «genio», el «género», el «libro». Tras estas regiones geográficas en que habitan las críticas, sus funciones: el gusto, la construcción, la creación. El gusto, como el placer, conduce lógicamente a una disciplina, supone una educación y un discernimiento. Pero la crítica exige más todavía: construye los órdenes, tales como el género, la tradición, el país. Y esta construcción, a su vez, supone una capacidad de creación. Una crítica creadora es un ideal que no ha sido alcanzado más que en la Fedra (v.) de Platón, donde Sócrates hace maravillosamente coincidir creación y crítica.
En todas las ocasiones, Thibaudet es consciente de los límites de la crítica y, siempre bergsoniano, reconoce que la crítica corresponde más a algo que se deshace que a algo que se hace, en la material recaída de un hálito vital. Para él, la crítica puede sobre todo crear los genios, Genio del Cristianismo, Genio de la literatura inglesa, Genio de Racine, seres intermediarios entre el cielo y la tierra. Y su libro mismo es, más que una «fisiología de la crítica», un «genio de la crítica», en el que la esencia sutil y mesurada de la «décima musa» tiende a tener conciencia de sí misma. Thibaudet está próximo a pensar que este genio intermediario es el Amor, y que él sabe respetar el pluralismo, la diversidad fecunda, las formas múltiples de la Belleza.