[Philosophie zoologique], de Jean-Baptiste-Pierre-Antoine Monnet de Lamark (1744-1829), publicada en París en 1809. Es la primera obra científica en que está expuesta una teoría de la variabilidad y de la formación de las especies animales y vegetales. El autor observa en primer lugar qué vago es el concepto de estabilidad de la especie, y cómo el clima, el género de vida, las condiciones del aire y de las aguas, las relaciones entre los organismos vivos actúan sobre los individuos que componen la especie, «modificándolos». Estas modificaciones así adquiridas son las que, transmitidas a las generaciones sucesivas, determinan las variaciones de la especie y su transformación en otras. Lamark formulaba a este propósito las leyes fundamentales de su teoría, que tomó después el nombre de lamarkismo:
1) En todo animal que no haya pasado más allá del término de su desarrollo, el empleo frecuente de un órgano tiende a fortificarlo, a desarrollarlo, mientras el constante desuso del mismo órgano lo debilita y lo reduce, hasta hacerlo desaparecer;
2) Todo lo que los individuos han adquirido por efecto del ambiente en que han vivido durante largo tiempo, y, por consiguiente, por el uso o el no uso de un órgano cualquiera, lo conservan y lo transmiten a sus descendientes, con tal que los cambios sean comunes a ambos sexos o en todo caso a los dos progenitores.
En suma, según la teoría de Lamark, es la función la que crea el órgano y no viceversa, y el uso o no uso del órgano, es decir, la necesidad de la función en relación al ambiente, es lo que determina las variaciones en el órgano mismo. Esta teoría presupone además la herencia de los caracteres así adquiridos. Pero la demostración experimental de esta herencia ni la dio Lamark ni la dieron hasta hoy sus sucesores, de modo que el punto sigue siendo muy discutido. La concepción de Lamark adolece de su tendencia a las afirmaciones teóricas y a las grandes generalizaciones con las cuales intenta poner de acuerdo los datos experimentales. Por esta razón, y por la falta de pruebas experimentales suficientes, el lamarkismo ha perdido terreno.
E. Baldacci