Filosofía de la Revolución Francesa, Paul Janet

[Philosophie de la Revolution Fran­çaise]. Obra de Paul Janet (1823-1899), pu­blicada en 1875, que contiene un examen crítico de las opiniones más significativas sobre la Revolución Francesa. El autor se detiene especialmente sobre los escritos de Burke, de Fichte, de los místicos De Saint- Martin y De Maistre, de los liberales Thiers, Mignet, y otros, del democatólico Bucher y del socialista Blanc, de Michelet, de los economistas Young y De Lavergne, del ale­mán Sydel y finalmente de sus contemporáneos Renan, Montégut, etc. La opinión de Janet viene a formar la trama del libro, y se desarrolla a través de la crítica de cada una de dichas opiniones para des­embocar en la conclusión; pero a causa de esta construcción, el tratado queda artifi­ciosamente fragmentado en un gran nú­mero de discusiones sobre puntos particu­lares. Así, por ejemplo, en lo referente a la «Declaración de los derechos del hombre» el autor, aun admitiendo su carácter abs­tracto, reivindica su gran importancia en el campo social. A la cuestión de la «legi­timidad» de las revoluciones contesta que la de Francia es legítima porque el go­bierno, debilitado e impotente, al convocar los Estados Generales, en cierto modo ab­dicó del poder y llamó al pueblo a decidir su destino.

Niega luego que se pueda fun­dar el significado de la revolución sobre la igualdad entendida como tendencia a ni­velar a todo el mundo ante el cuerpo so­cial, como pretenden los democatólicos, o bien sobre la fraternidad, como pretenden los socialistas, porque así se precipitan res­pectivamente en el despotismo o en la lucha de clases. La grandeza de la revolución des­cansa sobre el principio de la libertad. Y ni siquiera es verdad que la revolución fue­se anticristiana (como querría Michelet), porque los principios del Cristianismo de ningún modo se oponen a los de libertad. Responde a Sydel sobre su afirmación de que la libertad surgió con la Reforma: para ésta, la libertad es una finalidad, no un punto de partida. A través de los horrores de la revolución, Francia luchó y sufrió por la conquista de la libertad, cuyos be­neficios han sido luego disfrutados por otros pueblos. Si hay que condenar sus medios, hay que encomiar en cambio los principios y la finalidad. La obra es extraordinaria­mente significativa: con sus típicas fluctua­ciones entre la abstracción doctrinal y un fácil empirismo, refleja y resume la mentalidad de la Tercera República, liberal e individualista, racionalista y claramente antihistórica. De manera que en esta actitud de «juez», aunque imparcial, de los hechos históricos, el autor ofrece uno de los más representativos ensayos de la dirección historiográfica racionalista, que pretende apli­car al juicio histórico categorías morales de orden metahistórico y trascendente. A pesar de lo endeble de su posición teórica, la finura de algunas de sus observaciones, su agudeza crítica e imparcialidad de juicio hacen de esta obra un documento de pri­mer orden en la vasta historiografía de la revolución.

A. Répaci