Fastnachtspiele, Hans Sachs

El gran poeta popular alemán de Nuremberg, Hans Sachs (1494-1576), escribió lo mejor que este género teatral ha producido en Ale­mania. Hans Sachs, siguiendo la misma lí­nea de desarrollo que sus dos predecesores Hans Rosenplut y Hans Folz habían dado en Nuremberg al «Fastnachtspiel» o espec­táculo carnavalesco, eleva este género dra­mático folklorístico a dignidad literaria, fu­sionando las escenas en una acción orgánica, empleando con habilidad artística el metro del «Knittelvers», fijando en seis el número de los personajes, y el límite, aproximada­mente en 400 versos, por cada pieza, des­arrollando la individualidad y el carácter de las figuras, siempre con el fin de en­señar y educar, aunque con un humorismo franco y popular, y haciendo de la sátira social una sátira universal de costumbres y de tipos humanos. Con preferencia dirige su sátira contra la burguesía y el campe­sino, la figura del médico charlatán, las relaciones conyugales, etc. A la mujer en general, llamada «hembra maligna», Hans Sachs, que escribe después del ocaso de los ideales de la caballería y cuando nace la pequeña burguesía, aún poco pulida, no la aprecia mucho.

Sachs ha compuesto aproximadamente 70 «Fastnachspiele», cu­yos argumentos a menudo están sacados de la novelística del humanismo italiano y ale­mán (Boccaccio, Arigo, Pauly), pero con mucha mayor frecuencia de la vida real, de la que es un incansable y atento observa­dor. Formalmente se distinguen de las co­medias y tragedias en no estar divididos en actos, de modo que la acción se desarrolla en forma de un diálogo continuo, cerrado, que después de unos centenares de versos culmina en la conclusión cómica o senten­ciosa, como en el teatro moderno haría un prólogo o un preludio que anticipa en esen­cia el significado de lo que sigue (y, en efecto, el «Fastnachtspiel» es un preludio cuaresmal). Estas obritas de Hans Sachs se pueden dividir en dos grupos: alegóricas y representativas. Los «Fastnachtspiele» alegóricos no son más que la representación de conceptos morales en personas humanas. Típica de este grupo es la pieza titulada «La extirpación de los locos». Presenta en la escena a un médico, su ayudante y un enfermo. El enfermo se queja de tener el vientre abultado, que le duele y le ator­menta. El médico le opera, le abre el vien­tre y le saca, uno tras otro, unos locos; más concretamente: el loco de la soberbia, de la avaricia, de la envidia, de la lujuria, de la ira, de la glotonería y de la indo­lencia. Y finalmente le saca también el nido de los locos lleno de gusanillos que iban a llegar a ser juristas, brujos, alquimistas, especuladores, aduladores, etc.

Huelga de­cir que la operación se realiza entre excla­maciones de dolor del enfermo y de sor­presa del médico, a las que se añaden las explosiones de risa del público. Finaliza la operación y el enfermo se siente, para’ su gran consuelo, el vientre liso, ligero y per­fectamente sano. Toda esta acción no es más que una muy transparente materiali­zación de los conceptos morales para las mentes sencillas del pueblo. En cambio, los «Fastnachtspiele» representativos llevan a la escena un episodio más o menos ingeniosa­mente planeado con mero fin narrativo. Típico de este segundo grupo es el titulado «El estudiante errante y la evocación del demonio». La acción es la siguiente: una campesina, en ausencia de su marido, re­cibe la visita amorosa del párroco. Llega un estudiante a pedir limosna, pero la cam­pesina y el párroco, fastidiados por el in­truso, lo echan. Éste, entonces, piensa en tomar su venganza y se oculta. Mientras los dos amantes, nuevamente solos, se preparan para pasar el rato, llega de repente el cam­pesino. El párroco se esconde en la estufa.

Entonces el estudiante vuelve a presentarse y dice al campesino que entiende de ma­gia y que sabe evocar al demonio. El cam­pesino quiere ver al demonio. El estudiante entonces se pone de acuerdo con el párro­co, al que saca de la estufa, lo tiñe de ho­llín y lo hace aparecer como demonio. Al fin, el estudiante le saca dinero al campe­sino, que le ruega que eche al demonio; al párroco, que le ruega que le haga salir de la casa, y a la campesina, que le pide que no diga nada a su marido. Como es evidente, aunque esta acción revela la in­moralidad del clero, la corrupción de las mujeres y la tontería de los campesinos, sin embargo no es una alegoría moral, sino una verdadera representación con fin na­rrativo. Se trata de un episodio divertido e ingenioso, de una comedia, en suma. Huelga decir que los «Fastnachtspiele» de esta segunda especie son artísticamente los mejores.

M. Pensa