Bajo este título se conocen las obras teatrales de Lucas Fernández (1474?-1542), editadas en Salamanca en 1514; el título completo es el siguiente:
Farsas y églogas al modo y estilo pastoril y castellano fechas por Lucas Fernández, salmantino. En 1867 la Real Academia Española publicó una edición con estudio preliminar de don Manuel Cañete, y en 1929 una edición facsímil a cargo de don Emilio Cotarelo y Mori. El teatro de Lucas Fernández se suele dividir en teatro profano y teatro religioso. En su teatro profano, influido abiertamente por Juan del Encina, encontramos los tipos del caballero, el pastor, el «miles gloriosus», el pastor, el anciano y el joven, la doncella, etc. Pero más importancia tiene su teatro religioso. En primer lugar, debemos consignar Égloga o farsa del nascimiento de Nuestro Redentor Jesucristo y Auto o farsa del nascimiento de Nuestro Señor Jesucristo, que en ciertos aspectos están aún ligados a su teatro profano: abundan los diálogos y los tipos populares. La acción se desarrolla en un ambiente totalmente pastoril, en el que el anuncio de lo sobrenatural choca con aquel medio rústico. La acción es movida, llena de acotaciones. El anuncio del nacimiento de Cristo es expresado de esta manera:
« ¡Rompan, rómpanse mis venas / y riégúense mis entrañas / con placer, pues que las penas / son ya gloria, y las cadenas / libertades muy estrañas». Los pastores entonan inmediatamente las palabras del Credo «Qui propter nostram salutem descendit de coelis…»,
se disponen a llevarle dones y salen cantando un villancico: «Decid, los pastores / ¿qué venís a ver/ con tanto placer?». Dentro del grupo de piezas religiosas está su famoso Auto de la pasión, cuyas raíces y orígenes deberíamos buscarlos en los textos de los oficios de Semana Santa y en los poemas medievales sobre la Pasión de Cristo. Lucas Fernández nos comunica toda la intensidad emotiva del cruel momento:
«y los otros repelaban / las barbas angelicales; / y los otros le mesaban, / le escopían y llagaban / con heridas muy mortales… / ¡Con la cara ensangrentada! / con la voz enronquecida, / rompidas todas las venas / y la lengua enmudecida, / con la color denegrida, / cargado todo de penas, / y los miembros destorpados, / los ojos todos sangrientos, / los dientes atenazados, / lastimados / los labios con los tormentos». La descripción de la aparición de la Virgen ha sido comparada a una pintura de la época: «Con tales nuevas turbada / sale la Virgen María, / sin fuerzas, apresurada, / transformada / con el dolor que sentía».
Dignos de ser recordados son también los lamentos de la Magdalena:
«¡Cuán desconsoladas fuimos, / mezquinas entre las mezquinas, / quando quitar le quisimos / la corona, y no pudimos / arrancarle las espinas! / Y aunque en el caso atorada, / poco a poco las sacamos; / y sus carnes delicadas / desvenadas, / llorando aromatizamos».
Muchas de las situaciones y de los comportamientos y reacciones de los personajes de la Pasión los encontramos ya en el Pianto della Madonna de Jacopone da Todi, y en las lamentación de la Pasión de la Edad Media. Lucas Fernández, como si se anticipara a la doctrina de algunos de los preceptistas de un siglo después, tiene el buen gusto de no presentar directamente a Cristo y a la Virgen, y cuando San Mateo pronuncia palabras del Evangelio, lo hace en latín, en un afán, por parte del autor, de no rebajar la condición de los personajes sobrenaturales y mantenerlos en un plano superior al de la lengua y al de la representación. Lucas Fernández, comparado con Juan del Encina, resulta menos ágil, pero en compensación es más profundo. Su obra tiene un dramatismo directo, lleno a menudo de plasticidad, lo que da como resultado escenas y descripciones de gran efecto que han sido comparadas, por A. Valbuena, a las esculturas de un Gregorio Hernández o de un Pedro de Mena, o a la pintura de un Van der Weyden.
A. Comas