Fantasía, Matilde Serao

[Fantasía]. Con esta novela del año 1883, que algunos consideran su obra maestra, Matilde Serao (1856-1927), a los veintisiete años, pareció separarse de su más juvenil realismo sentimental, y con habilidad literaria trata de complicar la leve trama de intereses que más intensa­mente reclamaba la cultura de la época. Zola había mostrado que el sentimiento amoroso no era sino erotismo fisiológico; Darwin, que los individuos débiles y co­bardes quedan fatalmente anulados en la lucha por la existencia; Jorge Sand, que la mujer tiene derecho a emanciparse del hombre y que el instinto selectivo tiene también su pureza y moralidad. Con estas ideas, Matilde Serao combina su novela provinciana, creándola alrededor de las dos parejas Caterina-Andrea y Lucia-Alberto. Las dos mujeres, amigas desde los años de escuela, y que habían jurado melodramáticamente sacrificarse la una por la felicidad de la otra, a pesar de tener una diversa opinión sobre el matrimonio, terminan casándose: Caterina, la más sencilla, con An­drea, un maravilloso ejemplar de «humani­dad física»; la otra, Lucia, mística, neuróti­ca y fantástica, para la cual el amor era dolor y el matrimonio abominación, escoge por marido, aunque sólo movida por un sentimiento de piedad, a su primo Alberto, ya minado por una enfermedad hereditaria.

Lucia y Andrea, después de una vana dis­cusión, terminan arrastrados por la fuerza irresistible de la pasión. El idilio se des­envuelve casi sin contrastes y entre la más absurda incomprensión de los dos cónyuges traicionados, que, en cambio, se prestan neciamente al buen entendimiento de los rebeldes, hasta que éstos escapan, como pre­suntas víctimas del ineluctable instinto y sintiendo asimismo la viva conciencia de la infamia. Y más tarde, incapaces de domi­nar su propia aventura, mueren: uno en un repentino ataque de hemoptisis; la otra de un modo un tanto teatral, asfixiada en su casa provinciana. Más que una novela, es una «novela muy exigua, infinitamente alargada» (Scarfoglio), un dúo, al que las restantes figuras sirven de acompañamiento sin penetrar en lo vivo de los hechos y de las almas. Pero los errores de concepción, de conducta y de estilo (discontinuo éste, y unas veces excesivamente realista y mate­rial, otras vaporoso, espumeante y melodra­mático), no restan valor al libro, porque M. Serao posee un vigoroso sentido de la naturaleza física, del paisaje y del escena­rio variopinto, dentro del cual los hombres y las cosas ofrecen vivos alicientes a la fan­tasía sensual, más imaginativa que obser­vadora. En la primera parte, donde se des­cribe la vida del colegio y se estudian las primeras manifestaciones de la adolescen­cia, los primeros perfiles del carácter feme­nino y de sus atrevidas y románticas ideas sobre la vida y el amor, M. Serao nos ofre­ce admirables capítulos de un tema que, por entonces, en Italia, nadie trató con una visión tan neta y una emoción más in­tensa.

G. Marzot