Esopo en la Ciudad o Las Fábulas de Esopo, Edmé Boursault

[Ésope á la ville ou les fables d’Ésope]. Comedia en cinco actos representada en 1690. La trama de la comedia que sigue el relato tradicional extraído de la novelesca Vida de Esopo (v.) no está bien definida.

Esopo está siempre en escena y ante él, que con­tinúa recitando fábulas con monotonía des­concertante, desfilan todos los personajes: ciudadanos, dignatarios del Estado, aldea­nos, artesanos, que se dirigen a Esopo pidiéndole consejo o ayuda. Responde siem­pre, o casi siempre, con una fábula apro­piada. En la comedia se encuentran treinta fábulas, refundiciones libres, en su mayoría, de otras de La Fontaine. En el segundo acto se produce una de las escenas más significativas y humorísticas de la obra. Algunos ciudadanos se dirigen a Esopo para que aclare un grave problema. El goberna­dor de su ciudad se ha enriquecido extra­ordinariamente y se ha vuelto extraordina­riamente gordo: ¿considera Esopo que es necesario buscar otro o seguir aguantándole? Esopo cuerdamente responde que el objeto de todos los gobernadores es enriquecerse a costa de los ciudadanos; si tie­nen un gobernador ya harto, han de dar gracias a los dioses: un gobernador flaco tendría todavía que engordar y vejaría más aún a sus administrados.

Los franceses que comprendieron las claras alusiones a su go­bierno, recibieron con entusiasmo la come­dia. El éxito animó a Boursault a compo­ner otra obra del mismo género: Esopo en la Corte [Ésope á la Cour], también en cinco actos, representada postumamente en 1701. Boursault la había compuesto in­mediatamente después de la primera, pero el argumento hizo que la censura la pro­hibiese; cuando al fin se concedió el per­miso para representarla, el autor había muerto. En esta comedia, Esopo ha conse­guido hacerse recibir en la Corte, donde, naturalmente, encuentra amplio campo para ejercer su ironía y su juicio en los innumerables aspectos ridículos y en los vicios de los cortesanos. Entre otras cosas, ataca a los falsos amigos, a los aduladores y a los generales. Montesquieu declaró que después de haber asistido a la representa­ción de Esopo en la Corte se advertía la necesidad de ser buena persona. Para el gusto moderno la comedia resulta algo abu­rrida, por estar basada en casos de actuali­dad; pero en su época, tanto en el teatro como en los libros, agradaba mucho la exhi­bición y el derroche de virtudes senten­ciosas.

G. Alloisio