La figura de San Cirilo, obispo de Alejandría, elevado al patriarcado en 412, muerto en 444, domina el mundo cristiano de Oriente en el siglo V. Gran adversario de los estudios teológicos de Antioquía, personificados por Nestorio, San Cirilo es la figura preeminente del concilio de Éfeso que se celebró en el año 431, en el que representó al pontífice romano.
Que la teología del Santo, que proclama la unión de las dos naturalezas en Cristo de modo sensiblemente peligroso para la integridad de la naturaleza humana, diera lugar a equívocos y confusiones, se vio bien claro en la gran cantidad de polémicas y discusiones eclesiásticas, a que dio lugar la corriente monofisita. S. Cirilo, mientras vivió, trató por todos los medios de corregir los yerros, y es sobre todo por esto que su Epistolario tiene importancia histórica y teológica. Consta de 88 cartas, comprendidas en el volumen LXXVII de la Patrología Griega de Migne, en cuyo número figuran también bastantes dirigidas a él. Tres de esas cartas, más precisamente la segunda, la cuarta y la decimoséptima, están dirigidas a Nestorio, y tuvieron tal resonancia, que fueron solemnemente convalidadas en el concilio de Éfeso y más tarde en el de Calcedonia de 451, y en el de Constantinopla de 553. La carta treinta y nueve, dirigida a Juan de Antioquía, ha recibido el nombre «de Símbolo de Éfeso». El concilio de Calcedonia subrayó su importancia.
E. Buonaiuti