Novela del escritor español publicada en 1900. El joven diputado Rafael Brull, último descendiente de una familia de caciques locales de una pequeña ciudad de la región valenciana, se enamora de Leonor Moreno, cantante famosa más que por sus éxitos teatrales por sus aventuras amorosas y que ha regresado a su pueblo natal no se sabe bien si en busca de reposo o si en busca de nuevos amores. Al principio la primera hipótesis parece la verdadera: Leonor juega con el joven político como un tigre podría jugar con un gatito; su pasado le pesa y le enorgullece al mismo tiempo, aun cuando entre los dos no parece existir ni siquiera una afinidad física.
Después intervienen la noche valenciana y el perfume del azahar; la mujer fatal, la devoradora de hombres, se da cuenta de que el tímido provinciano posee una especie de fascinación que faltaba en su vasta serie de experiencias amorosas y concibe por él una auténtica pasión. El escándalo es grande en la pequeña ciudad; la madre de Rafael teme que la carrera política de su hijo pueda verse comprometida y, sobre todo, teme que se malogre cierto matrimonio de conveniencia que había preparado para el joven diputado. Los dos amantes huyen, pero muy pronto, desvanecido el perfume del azahar, el provinciano se despierta, rebelándose, y la vampiresa, por la que han muerto príncipes y artistas, se ve abandonada por el más vulgar de sus amantes.
La trama erótica de la novela está en parte bajo la rutilante bandera del Fuego (v.) de d’Annunzio y, en parte, bajo la de La caída del abate Mouret (v.), de Zola, por lo que se refiere a los efectos provocados por la vegetación; pero este elemento es falso y amanerado mientras que las mejores cualidades de la novela descansan en la sátira de costumbres políticas que constituye el irónico fondo del artificioso asunto.
A. R. Ferrarin