[Saggio sul Petrarca]. Estudio crítico publicado en 1869. Este Ensayo se enlaza, por su importancia, e incluso por afines exigencias de una mayor profundización estético-psicológica del arte del Petrarca con los ensayos de Foscolo sobre el mismo tema, y señala el inicio de la moderna crítica petrarquesca.
De Sanctis abre el ensayo afirmando decididamente la superioridad de la crítica estética sobre la crítica retórica y la crítica formalista, o de contenido biográfico y psicológico, que son, «tomadas en conjunto, una especie de crítica preparatoria, materiales para la crítica, más que la crítica misma»; primordial en el método estético es el concepto de «forma» que «es ella misma como el individuo es él mismo…, no es apariencia sino que es sustancia, mejor dicho, la sustancia, lo vivo», el alfa y omega del mundo estético; y la tarea del crítico consiste en reconstruir el mismo proceso de la forma desde su actualidad estética hasta su génesis interna. Pero ya en dicha formulación está implícito el peligro de una recaída en la crítica psicológica; De Sanctis, en el Ensayo petrarquesco, puesto que su reacción se dirige especialmente contra la crítica formalista, se ve involuntariamente llevado a acentuar la exigencia psicológica, a colocar el «ubi consistam» y la confirmación de la belleza de la forma en la dialéctica ideal y sentimental de la personalidad petrarquesca y a anular la separación entre el hombre y el artista.
En efecto, el Ensayo consiguió una genial reintegración dialéctica y psicológica de la poesía petrarquesca, con la cual De Sanctis quiso descubrir y presentar un Petrarca menos erudito y menos letrado, y, sin embargo, gran artista y poeta. Es una doble exigencia, romántica por un lado, realista por el otro, explicable no sólo en relación a los principios informadores de toda la crítica del autor, sino también por el hecho de que la redacción del ensayo petrarquesco cae dentro del curso de los años en que De Sanctis escribió los ‘ensayos con los cuales tomaba animosamente posición en favor del «realismo». Pero existía también un peligro inherente a la misma materia objeto del ensayo y que se hace sentir más o menos en todas partes: la excesiva dramatización, siempre genial y técnicamente perfecta, de los elementos psicológicos y sentimentales de la poesía petrarquesca; de aquí que el genuino tono delicadísimo de la misma resulte, aunque sentido y captado, como sobrepasado por un exceso de energía crítica.
Pero se trata de un defecto genial, que no ha impedido que muchísimas páginas del Ensayo se hayan convertido en necesario y tradicional complemento de la lectura del Cancionero (v.) de Petrarca; las más conocidas son aquellas sobre los sonetos «Movesi il vecchierel canuto e bianco», «Solo e pensoso i piü deserti campi», «Gli angelí eletti e l’anime beate», «Levommi il mió pensier in parte ov’era», y aquellas sobre las canciones «Spirto gentil…», «Italia mia…», «Ne la stagion…», «Di pensier in pensier…» y «Chiare, fresche e dolci acque».
D. Mattalia
A quien quiera una prueba de la solidez de las construcciones históricas de De Sanctis le aconsejaría el fácil experimento de leer y estudiar a un autor italiano, sirviéndose de todas la§ monografías grandes y pequeñas que sobre él se hayan escrito, y tratar de fijar la génesis, el significado y el valor de su arte y de su pensamiento y, una vez efectuado por cuenta propia dicho estudio, leer y releer lo que escribió sobre el mismo tema De Sanctis, y ver quién le satisface más. (B. Croce)
Prosa inspirada la de De Sanctis, poesía por encima de todo; siempre vibrando con claro equilibrio de ritmo, incluso cuando se despliega en solemnidad, cuando se irisa con ingeniosidades o cuando se vuelve abierta y patética. (F. Flora)