Tirteo, que vivió en Esparta en tiempos de la segunda guerra micénica y de la constitución llamada de Licurgo (segunda mitad de siglo VII a. de C.) hizo de su poesía el instrumento de la educación patriótica de la juventud, y quedó para siempre como prototipo de poeta civil. Los ideales que proclamó son los propios de los dorios, esto es, de una aristocracia fundada en la posesión de tierras y en el privilegio de las armas, y sostenida por el culto a las virtudes guerreras de los antepasados. Los modos y las formas de expresión de Tirteo derivan naturalmente de la gran fuente de la poesía griega: Homero; pero el poeta, aplicando las exhortaciones al valor, tan frecuentes entre los héroes homéricos, a la realidad de su tiempo y de su país, llena los esquemas tradicionales con una pasión auténtica, que procede de su convicción de la nobleza del ideal que predica. Sin elevarse a tonos excelsos, encuentra imágenes sencillas, concretas, ricas en fuerza persuasiva.
La falta de personalidad que se advierte en sus versos, está compensada por el fuerte sentimiento de la colectividad estatal, en la que el individuo adquiere un sentido tanto más concreto cuanto más se consagra a la comunidad y combate y muere por asegurar la vida de ésta. El culto celoso de las virtudes militares, consideradas como el más alto de los valores humanos (fr. 9), y la convicción, confirmada por la experiencia de las costumbres griegas, de que ninguna calamidad es mayor para el hombre que la pérdida de su patria, son los motivos fundamentales de esta poesía y culminan en la célebre afirmación: «Bello es morir, cayendo en las primeras filas, para el hombre valeroso que combate por su patria, etc.» (fr. 6-7).
Era costumbre que las elegías guerreras de Tirteo, llamadas específicamente exhortaciones al valor, fueran recitadas en común por los soldados en el campamento, después de las comidas; y por su valor educativo se difundieron incluso fuera de Esparta y se divulgaron en compilaciones, en las que fácilmente debieron añadirse a las poesías auténticas otras de imitación. Hasta nosotros han llegado fragmentos de las «Exhortaciones», algunos de notable extensión y completos, escritos en la lengua literaria jónica, y un breve ensayo de canto de marcha, en dialecto dórico, de improbable autenticidad. Entre los antiguos tuvo también fama una elegía o grupo de elegías tituladas «Buen gobierno» , de argumento más propiamente político, en cuanto celebraba la constitución espartana, cuya promulgación se atribuía a Apolo de Delfos; quedan de esta obra unos pocos fragmentos.
A. Brambilla