[Elegiarum libri tres], Al modo de los famosos modelos latinos de Tibulo y Propercio, también el humanista napolitano Jacopo Sannazaro (alrededor de 1456-1530) dejó una elegantísima colección de dísticos latinos en los Tres libros de elegías escritos en diversas épocas. Sobre todo las compuestas en la juventud tienen un tono delicado y finísimo que figura entre las cualidades mejores del autor. Así, la dirigida a su amigo Giovanni di Sangro, llena de un triste presentimiento de la muerte, y aquella que, cantando a las ruinas de Cumas, en los años en que se celebraba el «renacimiento» del mundo antiguo, expresa un vivo «sentimiento por las ruinas», anticipando un motivo que volverá a aparecer en el Tasso y será caro a la inspiración prerromántica.
En otra parte predomina el gozo casi paganizante del canto convival, como allí donde el poeta invita a sus amigos a celebrar su cumpleaños. Una gran tristeza se revela en los dísticos a Cassandra Márchese, bella e infeliz dama, a la que están dedicadas las Rimas (v.) del mismo autor; sobre todo en el ruego de que, a su muerte, le rinda las últimas honras. En la elegía a las deidades de la selva, un dulce deseo de quietud y de paz se une a la imagen de la casa que el poeta está construyendo como refugio. Junto con los Epigramas (v.), esta obra constituye un vivo documento de la vida de Sannazaro, y en general anticipa algunos elementos artísticos que encontrarán plena expresión en la Arcadia (v.). En las Elegías aparecen las dos almas del Humanismo — la animosamente obstinada en gozar de la belleza del momento actual, y la nostálgica y con tendencia a la renunciación, que busca la paz en una ilusión de primitivismo.
C. Cordié