Comedia en tres actos y en verso de Félix Lope de Vega Carpio (1562-1635), publicada en 1617. En una Francia de opereta, a las puertas de un París que se parece extrañamente a una gran ciudad española, vive un rico campesino, Juan Labrador, quien a pesar de ser muy fiel a su rey y estar dispuesto a sacrificar por él todas sus riquezas, se vanagloria de no haber sentido jamás el deseo de verle personalmente. Se siente rey entre sus campos y no envidia la brillantez que rodea a la realeza efectiva.
Esta orgullosa afirmación está grabada en la lápida de la tumba que Juan Labrador se ha hecho preparar en la iglesia de su pueblo. El rey, al visitar la iglesia durante una partida de caza, lee el epígrafe y se siente espoleado por la curiosidad de conocer en persona a su orgulloso súbdito. Recurriendo al incógnito se hospeda en casa del labrador, cuyos puntos de vista prácticos le emocionan profundamente: el ideal de vida de Juan Labrador es indiscutiblemente mejor que el suyo, el campesino es más feliz que él. El prudente Juan es llamado a la corte y destinado a un alto cargo; y la solución sería un mentís a las premisas si en el lector no se albergase la certeza de que no es el labrador quien necesita del rey, sino que es el rey el que necesita del campesino. Lope situó la acción en un país extranjero por razones obvias de obsequiosidad dinástica, pero la comedia no deja por esto de ser española.
La filosofía práctica de Labrador es, en resumidas cuentas, el más típico exponente de la espiritualidad española: es el estoicismo de Séneca, corregido por la humildad cristiana y convertida en drástica por el fatalismo islámico: es una doctrina que enseña el orgullo a los humildes y al mismo tiempo la humildad a los poderosos, que enseña a no desear lo mejor y a no temer lo peor. El villano en su rincón es ciertamente una de las obras más profundas de Lope, el cual, con el positivismo de su inspiración, supo evitar que Juan Labrador se convirtiese en una simple abstracción.
A. R. Ferrarin
Noche de San Juan… Peribáñez… El villano en su rincón, dejan en el lector la más poderosa imagen de la vida idílica y urbana, de su idiosincrasia y de sus costumbres y dan realce a la visión íntima y al «genus loci» de tal manera que desearíamos ser pintores o escenógrafos para realizar sus sugestiones, tanto más cuanto que Lope casi se abstiene de toda enseñanza, excepto en el diálogo. (K. Vossler)