[Le ventre de Paris]. Novela de Émile Zola (1840-1902), publicada en 1873, la tercera del ciclo de los Rougon-Macquart (v.). Florent, evadido de la Guayana, donde le había desterrado, por manifestaciones republicanas, el despotismo de Napoleón III, llega a París; harapiento, hambriento y triste va en busca de los lugares de su juventud, en el barrio de los Mercados casi totalmente reconstruido.
Encuentra allí a un antiguo compañero de lucha política, el salchichero Gavard, y con su ayuda encuentra a su propio hermanastro, el tendero Quenu; Florent, que para criarlo de muchacho había renunciado a sus estudios de leyes, se alegra al recobrar en su casa la paz que tanto deseara; especialmente su linda cuñada Lisa, hija de Antonio Macquart (v. La fortuna de los Rougon) parece consolar su melancolía. Florent, cediendo a la viva insistencia de Gavard y de sus parientes, acepta sustituir con nombre falso a un inspector del mercado. En este ambiente de revendedoras y de pequeños tenderos vive, entre celos y rencores, las mezquinas avideces que agitan la multitud de los humildes. Las mujeres odian a Lisa, dueña de un próspero negocio; sobre todo una vivaz morena, llamada la «Normanda», para perjudicar la buena fama de los Quenu, trata de atraer a Florent, al que cree amante de su cuñada.
El hombre, que va a casa de la «Normanda» tan sólo para educar a un hijo de ésta en sus ideales de libertad republicana, piensa en organizar un verdadero complot para derrocar el gobierno imperial. Lisa, asustada por el aire misterioso de Florent, de sus amigos y de su mismo marido, preocupada por defender sus intereses, y empujada por el rencor hacia la «Normanda», después de varias incidencias va a denunciar a Florent y sus cómplices, ya delatados a la policía por algunos espías; en seguida los detienen. La «Normanda» se casa con un anciano cafetero, principal espía de Florent y de su grupo; y el joven idealista emprende su nuevo camino de dolor. Odios y pasiones siguen pululando en el mundo obrero y popular de la ciudad — el verdadero «vientre» de París —, y todo sigue como antes. En la novela aparece, como sobrino de Lisa, Claudio, hijo de Gervasia Macquart, el futuro pintor de La Obra (v.) del mismo ciclo; aprecia los sufrimientos de Florent y es el único que, al caer el héroe, conserva una conciencia moral en un mundo que se ahoga en el egoísmo y en el lodo.
En conjunto es muy viva la descripción de la vida humilde y laboriosa de los tenderos, particularmente a través de la realista presentación de sus actividades; pero en sustancia todo sirve para señalar el contraste entre la figura purísima del héroe político y el bajo ambiente al que había querido volver para llevar a cabo su obra de redención.
C. Cordié
Lo malo en Zola es que no leyó nunca a Shakespeare. (Turguenev)
El drama humano que se trama y se resuelve en esta novela, donde, como en el vientre del hombre, no hay más que cosas físicas, es tan pobre que verdaderamente causa piedad. (Barbey D’Aurevilly)
Zola describe la democracia corrompida de París sin piedad, sin velos, en su cruda y obscena desnudez. Si sientes asco y escalofríos, es precisamente lo que él quiso. (De Sanctis)
Persuadido de poseer todo el hombre, no buscó en la vida del hombre nada aparte los hechos de la neurosis y los fenómenos de la alimentación. Agitaciones de locos o apetitos de brutos, he aquí todo lo que nos ofrece… Son unos locos y unos brutos de los que, al cabo de cuatrocientas páginas, después de enseñamos toda su vida, sólo se puede decir que son unos locos o unos brutos. (Lanson)