[Le vieux célibataire]. Comedia en cinco actos de Jean- François Collin d’Harleville (1755-1806), representada en 1792. Dubriage, viejo solterón que en el comercio ganó una respetable fortuna, llega a los sesenta y cinco años sin una familia propia, viviendo con los criados, mientras a su alrededor hierve una callada aunque violenta lucha para asegurarse su herencia.
Madame Evrard, su ama de llaves, con sus gracias y sus cuidados ha sabido hacerse indispensable y casi está a punto de que Dubriage la pida en matrimonio, pero de ella está enamorado el intendente, el gordo Jorge, que primero trata de hacerse con la mujer y luego con la herencia. De la familia de Dubriage, solamente un sobrino participa en la lucha: Armando, que, un tiempo muy bien visto por su tío, tuvo que marchar de la casa por ciertas picardías de juventud. Regresa disfrazado y se coloca en la casa de su tío como criado, trayendo consigo a su joven y linda mujer, Laura. Su llegada provoca una revolución general: madame Evrard se siente irresistiblemente atraída por el apuesto joven; Jorge es sacudido por la fresca hermosura de Laura y el mismo Dubriage no queda insensible a sus gracias, hasta el punto que empieza a preocupar a su ama de llaves, que comete un error de táctica: al pedir al anciano que se decida a echar a una de las dos, él se enfurece y la despide.
Armando, para evitar complicaciones, revela su verdadera personalidad y Dubriage, con sus sobrinos, puede disfrutar por fin de las alegrías de la familia. El motivo del anciano alrededor del cual se agitan los cazadores de herencias es común en la comedia francesa del siglo XVIII; aquí, sin embargo, se añada en el protagonista la secreta nostalgia de una familia que no supo formarse: buen rasgo de comedia moderna.
G. Alloisio