Publicado en 1603 y escrito por Agustín de Rojas (1572?- 1648?), comediógrafo, actor y director, de vida agitada y andariega. Está escrito en forma de diálogo, que se desarrolla entre cuatro interlocutores: Solano, Ríos, Ramírez y Rojas, el propio autor como se echa de ver por diversas referencias a su vida.
A pesar de la forma dialogada, no es una obra dramática, ya que no hay en ella acotaciones escénicas, ni acción propiamente dicha. Discurre en el transcurso de un viaje que estos cuatro representantes de la farándula efectúan desde Sevilla a Toledo. Para distraerse van tratando diferentes temas, siendo el principal el de las ciudades que encuentran en su itinerario. A propósito de cada una se intercala «una loa», pequeña pieza en verso para ser representada o simplemente recitada, y que tiene como fin conseguir de la autoridad la licencia para actuar, y congraciarse con el público. Alguno de los cuatro recuerda entonces la anécdota de su actuación en aquella ciudad, y se ofrece a recitar la loa que para ella compuso. Comentan también los monumentos, riquezas, producciones y carácter de las gentes de los lugares que encuentran a su paso: Sevilla, Carmona, Loja, Marchena, Granada…
Y cuentan pequeños episodios, todos ellos dentro del ambiente de la picaresca. La conversación no tiene tan sólo como tema este que podríamos llamar turístico; se extiende también a consideraciones generales sobre el carácter de las mujeres; dice Rojas a pro-pósito del matrimonio: «Padre ¿qué cosa es casar? Hijo, sufrir, trabajar, gruñir y llorar». Como ejemplos de mujeres fatídicas cita a Mesalina, Clitemnestra, Rosemunda, Elena… Pero su maldad ha sido compensada con el beneficio que otras (Raquel, Jael, Ruth…) han aportado a la humanidad. Asimismo se habla de la influencia de los astros en los animales: «en el gato predomina la Luna, entre las palomas Venus, los animales ponzoñosos, fríos… están sujetos a Saturno». A partir del segundo libro se intercalan sonetos con dedicatorias personales y los fragmentos en prosa son más extensos, como el cuento de Camila, de marcado carácter pastoril.
Entre las loas destacan como más características del género farandulesco, la «Loa para la Fiesta del Corpus de Toledo», la loa a Sevilla, en la que aparece una personificación alegórica de la propia ciudad. Aparición que va acompañada de la única acotación escénica de toda la obra («Parece Sevilla al son de chirimías, con las armas a un lado y letras al otro»). Notable belleza revisten las loas «A Granada» y «A la mujer tuerta», que parece ser la única loa nacida de un sincero impulso emotivo. El Viaje entretenido deja traslucir, además, la forma de vida de la gente de teatro de la época. (No existe la entidad «compañía», sino que los actores son independientes, se agrupan ocasionalmente en pequeños cuadros, bajo la circunstancia del favor popular). Por todo lo cual esta obra es un documento interesante para la historia del teatro, tanto por lo que se refiere a la psicología de los actores, como al concepto que de ellos tiene la sociedad, y al trato que éste condiciona.
R. Jordana