[Schmelzles Reise]. Es un breve escrito humorístico del escritor alemán Jean Paul Friedrich Richter (1763-1825), conocido con el nombre de Jean Paul, publicado en 1809. Escritor notable, dotado de imaginación y no carente de detalles de feliz inspiración, gozó de gran popularidad y encontró sucesivamente entre sus contemporáneos — Goethe, Schiller, Herder —, favores y críticas.
El Viaje de Schmelzle complació mucho a Carlyle, que hizo una acertada traducción inglesa: en él se relatan, en un estilo burlescamente épico, las terribles aventuras que suceden al bueno de Schmelzle, capellán del ejército de Flaetz, destituido el mismo día en que le habían ordenado, por estallar en una carcajada tan inoportuna como fatal en el preciso momento en que le era administrada la Comunión. El objeto del viaje es el hacer saber al gran general Schabacker una voluminosa petición en la que pide el cargo de profesor de Catecismo, que proporcionará a su rústica esposa Bergelchen la satisfacción de adornarse con un título y competir con las otras damas del lugar. Monta lleno de temor en la diligencia, escoltado por su cuñado, dragón, para que le proteja de los peligros; se separa con desgarradores adioses de la voluminosa Bergelchen, que se reunirá con él horas más tarde. Le asaltan en el viaje las más terribles aprensiones y desconfianzas hacia los compañeros de diligencia: una mujer de modales desenvueltos, un gigante y un enano de feria y, el más sospechoso de todos, un pasajero ciego llamado Jean Paul, que sonríe muy irónicamente ante el autopanegírico de su valor, que él hace con el único objeto de intimidarle.
Sin embargo, llega felizmente a la Posada del Tigre, pero pasa la noche entre pesadillas y visiones, de los que le rescata la llegada matutina de su adorada esposa. Transcurre el día entre las compras en la feria y las inocentes distracciones de los tiernos esposos. Pero un fragmento de Lichtenberg que desgraciadamente cae en manos del bueno de Schmelzle le revela que en el porvenir los químicos lograrán encontrar el modo de descomponer la atmósfera, y la idea de esta futura catástrofe no le deja reposar y le amarga el feliz retorno. Todo esto es excesivo, un poco demasiado caricaturizado, pero no logra anular una pura vena cómica y una sonriente benignidad. El estilo es más ágil y agradable que en otras de las obras de Jean Paul. El ideal de una vida idílica, apartada, lejana al tumulto, de la ciudad y dedicada a los estudios tranquilos, impregna y sazona todo el relato.
E. C. Croce