[Il Teatro alla Moda]. Pequeña obra satírica del compositor veneciano Benedetto Marcello (1686- 1739), llamado el «Miguel Ángel’ de la Música», publicada probablemente en 1720. El programa de esta sátira feroz contra la degeneración del melodrama, a causa de una más fuerte conciencia musical, está por completo contenido en el título original: El Teatro a la Moda, o sea método seguro y fácil para bien componer y ejecutar obras italianas en música al uso moderno.
En él se dan advertencias útiles y necesarias a poetas, compositores de música, músicos de uno y otro sexo, empresarios, ejecutantes, ingenieros y pintores de escena, papeles cómicos, sastres, comparsas, apuntadores, copistas, protectores, madres de virtuosas y otras personas pertenecientes al teatro. La sátira trata sobre todo de poner en ridículo las consecuencias del «divismo canoro» imperante en los ambientes musicales de su siglo, y desde este punto de vista es una sabrosa y briosa caricatura del abigarrado mundo que se agita en torno al teatro setecentista; pero, en su íntima esencia, es también un ataque a fondo contra el barroquismo musical que asfixiaba la poesía y contra el barroquismo escenográfico que amenazaba subestimar la música frente al virtuosismo del canto. Peritísimo conocedor y técnico del arte musical, escritor de pluma fácil, Marcello transfiere directamente la observación y la crítica de los defectos en preceptos, los cuales, a su vez, con absurdas paradojas expresan todo su sabor cómico y caricaturesco.
Así «no deberá el poeta moderno haber leído ni leer jamás a los antiguos, ya que los antiguos griegos o latinos tampoco han leído a los modernos»; tratará «de que siempre queden en escena todos los personajes que no tienen allí ningún objeto»; «no deberá poseer ningún conocimiento del metro y del verso italiano»; el compositor «moderno» no «deberá poseer noticia alguna de las reglas de bien componer», sino que deberá escribir solamente para placer de los cantantes, etc., del mismo modo que la virtuosa deberá saber «de memoria los papeles de todos mejor que el suyo» y el empresario «no deberá poseer noticia alguna de las cosas pertenecientes al teatro», y así por el estilo. La sátira lleva hasta el extremo su observación crítica y psicológica: en el teatro «moderno» el creador y señor absoluto es el cantante, el humildísimo y vil siervo es el compositor.
Aseveración amarga, ya que al servilismo tradicional, concedido por la pléyade anónima de los autores de melodramas, deberán ceder a menudo desde un Mozart, un Cimarosa, un Rossini hasta un Bellini y un Verdi. El Teatro a la moda es uno de los primeros audaces gritos de rebelión contra tal tiranía y sin duda alguna queda por ello como una obra singular e importante, cuya evidente influencia se hizo sentir ampliamente en todos los ambientes artísticos de Europa.
D. Mattalía