El Secreto A Voces, Pedro Calderón de la Barca

Comedia palaciega, . en tres jornadas y en verso, del gran dramaturgo español don Pedro Calde­rón de la Barca (1600-1681). La acción transcurre en el palacio de Flérida, duque­sa de Parma, enamorada sin que nadie lo sepa de su vasallo y deudo Federico.

El du­que de Mantua, Enrique, ayudado por Fede­rico, quien le guarda el secreto, se hace pa­sar por mensajero del duque, y se queda en la corte de Flérida pretextando un duelo £or amor, cuando la verdad es que pretende la. mano de la duquesa. Federico está ena­morado de Laura, prima de Flérida, a quien su padre Arnesto quiere casar con Lisardo, su primo. La duquesa está celosa y quiere enterarse de quién es la dama por la que suspira Federico Fabio, criado de éste, revela a Flérida que su señor tiene concer­tada una cita con una dama para la noche. Para entorpecerle la cita, Flérida da una carta a Federico para que la entregue al duque de Mantua. Federico piensa que la duquesa ha conocido al duque y así se quie­re dar por entendida. Flérida encarga a Laura la vigilancia del jardín. En el jar­dín del palacio ducal tiene lugar la cita. Federico dice a Laura: «Yo te escribiré mañana / Una cifra, con que puedas / Ha­blar delante de todos / Conmigo solo, sin que entren / En sospecha ni la tengan / Cuantos se hallaren presentes». De esta for­ma los dos enamorados podrán decir su «secreto a voces» (Jorn. 1). Arnesto entrega a Federico una carta Con la que éste po­drá hacer creer que efectivamente ha es­tado ausente toda la noche y ha cumplido el encargo de la duquesa. Por su parte, Laura dice a Flérida que nadie ha bajado al jardín.

Fabio revela a Flérida que su señor no ha estado ausente, sino que ha pasado la noche con su dama. Laura lee la carta de Federico: la cifra es la siguien­te: «Siempre que quieras, señora, / Que de algo tu voz me advierta, / Lo primero será hacerme / Con el pañuelo una seña / Para que esté atento yo. / Luego, en cual­quier materia / Que hables, de primera voz / Con que empieces razón nueva, / Será para mí, y las otras / Para todos; de manera / Que pueda yo juntar luego / Todas las voces primeras, / Y saber lo que me has dicho; / Y aquesto mismo se en­tienda / Cuando yo la seña hiciere». Laura sigue las instrucciones y dice «a voces» a Federico que Flérida está enterada de que ha hablado con su dama, le advierte que no la nombre, pues anda con él su mayor enemigo, y concierta una cita para aquella noche. Federico, enojadísimo, hubiese ma­tado a Fabio a no ser por la interven­ción de Arnesto, a quien le explica lo ocurrido. Fabio se queja a la duquesa de que haya revelado su secreto, y movido por las monedas le explica que Federico lleva consigo un retrato. La duquesa, para ver el retrato, manda a Federico que vaya a de­partir con ella. El joven, valiéndose de la misma argucia, consigue advertir a Laura de que no acuda al jardín. Laura, atenta, consigue cambiar el retrato suyo en manos de Federico por el retrato de éste que ella posee (Jorn. II). La duquesa se entera de que el mensajero del duque de Mantua es el propio duque. Federico se lo dice a En­rique, explicándole la manera involuntaria cómo lo ha declarado. Y ahora le revela al amigo su secreto.

En el puente entre el parque y el jardín habrá por la noche dos caballos prevenidos para huir él y su dama Laura. El joven pide al duque cartas para encontrar refugio y ayuda en Mantua. Fa­bio, enterado de todo, lo revela a Flérida. La duquesa manda a Arnesto, padre de Lau­ra, que no deje a Federico durante la no­che aunque tenga que emplear la fuerza, porque éste corre peligro. Arnesto hace en­cerrar a Federico, pero el joven consigue escapar y acude al jardín, y en la reja declara a su amada: «Esa fiera, / Esa tirana / De Flérida me ha enviado / A tu padre, porque haga / Diversión a mis de­seos; / y prendiéndome en mi casa, / Me ha estorbado, dueña mía, / venir a esta hora. ¿Qué aguardas? / En el parque los caballos / Esperan. Ya tengo cartas / Del duque, que me aseguran / El vivir conti­go; que aunque ya / Se va declarando el alba / Ni importa, como una vez / Con­tigo al campo salga». Pero quien escucha esto es Flérida, quien reúne a todos y haciendo gala de gran templanza, dice a Federico que dé su mano de esposo a Laura. En El secreto a voces, Calderón des­arrolla hábilmente una complicada intriga amorosa en un ambiente palaciego. A pesar de su obligado desenlace — la boda del ga­lán y la dama—, ofrece una gran variedad de recursos y situaciones y figura entre las comedias más animadas de su autor. Su ritmo vertiginoso, la presencia de elementos líricos y musicales, constituyen otros tantos atractivos de esta deliciosa comedia.

J. Mª Pandofi