El Príncipe Constante, Pedro Calderón de la Barca

Comedia dramática compuesta en 1629, comprendida en la Primera parte de Comedias de don Pedro Calderón de la Barca, etc. (Madrid, 1636), en tres actos y en verso, de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

El prota­gonista de la obra es el «Infante Santo», Fer­nando de Portugal, hermano de Enrique el Navegante, caído en manos de los marro­quíes después de la desgraciada expedición de Tánger (1438) y muerto en prisión. Cal­derón sacó la trama de la Crónica del Infante Santo (v.) de Fray João Alvares, capellán y compañero de prisión del prín­cipe, pero inventa detalles que sirven para aproximar la figura del infante portugués a la del romano Atilio Régulo, y encuentra para el desenlace un mito de gran efecto teatral y poético. En la primera fase de la campaña, Fernando captura a Muley Has- san, uno de los más valientes generales del rey de Fez, pero cuando se entera de que. está enamorado de la hija de su rey y teme, si se prolonga su prisión, que la joven se case con otro, lo pone inmediatamente en libertad sin pedirle el precio del rescate.

Un gran ejército marroquí ataca inmediata­mente a los portugueses y los derrota; el Infante es a su vez hecho prisionero, pero al principio es tratado muy generosamente por los marroquíes, que esperan que su persona servirá para rescatar Ceuta de manos portuguesas. El rey de Portugal ha dado efectivamente dicha orden en su lecho de muerte, y Enrique el Navegante ha llegado a Marruecos para negociar el canje. Fernando no permite que su hermano con­cluya el tratado, y el rey bárbaro le pre­gunta; «¿Si me confiesas por dueño,/por qué no me das a Ceuta?» A lo que contesta, orgullosamente: «Porque es de Dios y no es mía». Esta respuesta decide la suerte del Infante, que es reducido a la condición de esclavo. El príncipe soporta heroicamente su martirio, rechazando la ayuda de los compañeros de prisión y la que por agrade­cimiento quisiera prestarle Muley Hassan.

Fernando muere, y después de su muerte se despliega ante los ojos de los especta­dores el grandioso mito final. Los portugue­ses desembarcan con un gran ejército en tierra africana y la sombra del Infante Santo, enarbolando un estandarte, los con­duce a la victoria. El motivo dominante en la obra es el del héroe que combate y sufre en servicio de su fe, encontrando en ella la fuerza para perder la libertad y la vida sin lamentos ni pesar. La figura de don Fernando está plasmada con una segura intuición poética, que dibuja un alma ele­vada interiormente por una fe enérgica que la consuela, colocándola por encima de toda debilidad humana, fuera del tiempo, en lo eterno. Pero un segundo motivó, el calde­roniano (v. La vida es sueño) de la incons­tancia de la suerte y la vanidad de todo, alienta bajo el primero y da a los aconte­cimientos y personas una decidida univer­salidad. La comedia ha sido considerada, incluso fuera de España, como una de las mejores de Calderón, como lo prueba, entre otras cosas, el gran éxito de la traducción de A. W. Schlegel al alemán.

A. R. Ferrarin

No conozco a ningún poeta que haya sabido hasta tal punto dar color poético a los grandes efectos de la escena y que, sacudiendo vivamente nuestros sentidos, transporte nuestra mente a una región eté­rea. (A. W. Schlegel)

Efectivamente, el desarrollo de los afec­tos en Calderón es superficial y sólo de vez en cuando adquieren sus personajes una eocpresión verdadera y humana. (Menéndez Pelayo)