El Muchacho Saboyano, Charles-Ferdinand Ramuz

[Le gar­çon savoyard]. Novela del escritor suizo Charles-Ferdinand Ramuz (1878-1947), pu­blicada en 1936. Este libro singular carac­teriza la última posición estética de Ramuz: la verdadera belleza, aquella que es pura y eterna, debe ser concebida como una en­tidad que sin duda existe en la naturaleza, pero que la trasciende dejando en sí un elemento de inmortalidad.

El tormento de este formidable problema (que acostum­bramos a considerar en el hombre más elevado de la humanidad, el genio o el poeta), se halla aquí, en cambio, encarnado en un joven aldeano, en uno de esos que denominamos «simples», cuya psicología rudimentaria, aunque a su vez compleja, es por lo mismo muy difícil de caracterizar. Este ingenuo pensador campesino se ha vis­to asaltado por la revelación fulgurante de la belleza ideal, con la aparición de una muchacha que realiza juegos acrobáticos en un circo. Desde ese instante, Joseph está como poseído por un ensueño: la rea­lidad pierde para él su encanto; entonces recuerda que su pequeña novia, Georgette, tiene los dientes torcidos, las uñas descui­dadas y la piel llena de manchas. En medio de esta perplejidad, nuestro pobre soñador padece lo que un místico llamaría fascina­ción oculta de la tentación. Su violenta naturaleza le traiciona — y traiciona su sue­ño — cuando Mercedes, la moza de la hos­tería, se presenta ante él realzada con artificios y afeites, viniendo a recordarle algo de aquella otra engañosa aparición. Ven­cido por la ficción, el joven cede; luego, cuando reacciona, estrangula a Mercedes, reivindicando de este modo radical y violento la verdad ideal de su naturaleza y eleva su delito a un simbólico acto de pu­rificación humana. Inútilmente tratará Geor­gette de salvarle.

Se ha perdido en sus sueños y la realidad no puede hacer presa en él. Y el libro termina con la lógica misma de la paradoja ideal, puesto que Joseph se arroja al lago, con la certidumbre de que en la profundidad de las aguas hallará la luz sin ocaso de aquel sueño de belleza que en vano buscó sobre la tierra. Así, este «muchacho saboyano» viene a integrar el personaje homónimo de la primera novela sobre la belleza: La belleza sobre la tierra (v.). Aquél, exasperado por no poder po­seer la mujer ideal, concreta encarnación de la belleza, se entrega a una furia destructora; éste, para salvar su sueño puro, quiere destruir toda expresión mentirosa y a sí mismo. En uno y otro caso, el delito pretende llenar el vacío existente entre el hombre y el ideal que le trasciende, ex­presión desesperada y sublime de su continua y apasionada rebusca.

V. Lupo