[Mercator]. Comedia de Tito Maccio Plauto (2559-184 a. de C.), que toma su título del protagonista, un joven que se ha dedicado al tráfico mercantil para rehabilitarse a los ojos de su padre.
Carino, en efecto, después de larga ausencia, regresa a su patria en compañía de una bellísima esclava adquirida con sus ganancias. Mientras él va a su casa, su padre, Demifón, que ha bajado al puerto, se fija en la bella esclava, que quisiera para sí; y el criado del joven, para justificar la presencia de aquella mujer, inventa que ha sido traída por Carino para regalársela a su madre. Al enterarse de esto Demifón, corre a buscar a su hijo y le desaconseja aquel regalo, que podría acarrear un trastorno en la casa, y le impone que la venda a un anciano a quien conoce. Carino, de mala gana, tiene que obedecer las órdenes de su padre, el cual promete substituir aquella esclava por otra de feas facciones, Lisímaco, amigo del padre, de común acuerdo con éste, simula comprar para sí la esclava y la conduce a su casa en ausencia de su esposa. Pero si Demifón se ha hecho ayudar por Lisímaco, un amigo de Carino, Fortunato, actuará en favor de éste; aunque no ha llegado a tiempo de substraerle la bella esclava a Lisímaco no se da por vencido, tanto más cuanto que interviene en oportuno momento la mujer de Lisímaco, la cual ha regresado repentinamente del campo, y se entera de que su marido hospeda a una mujer bajo el techo conyugal. La cólera de aquella esposa sólo se aplaca cuando comprende la verdad, y el padre libertino tiene que perder la joven esclava, que pasará, como es natural, al hijo.
A la figura del viejo ridiculizado por sus veleidades amorosas, que oculta bajo experiencias de premura y de prudencia su concupiscencia senil, se une así la del viejo de quien se ha sospechado injustamente, que ha sido maltratado por su celosa mujer; toda la comedia descansa sobre los dos viejos y saca sus motivos de comicidad, de sus ineficaces intrigas frente al mundo de los jóvenes. Pero aquí el sentido de lo cómico por sí mismo, que predomina en Plauto, se enfría por el carácter mismo de una trama más de costumbres que de intriga, con intentos moralizantes, no del todo de acuerdo con las capacidades del autor; y esta imitación helenística resulta ser una de sus comedias menos brillantes.
F. Della Corte