El Libro de Sidrach, Anónimo

Obra enciclo­pédica medieval, originalmente redactada en francés, después de la primera mitad del siglo XIII y publicada en 1868, en una antigua versión italiana. Es un importante texto de las opiniones populares referentes a la astronomía, a la magia, a la virtud de las hierbas y piedras, escrito por un in­cógnito y «venerable astrólogo» que se oculta bajo el nombre de Sidrach o Sirach, sabio antiguo y autor del Eclesiástico (v.). Trata también de política, de medicina y de física, con nociones que son patrimonio común de las creencias populares. La tra­ducción italiana debe situarse en el si­glo XIV.

En el libro «el cual se llama Sidraco, filósofo del rey Tractabero» se habla de las «cuestiones que explicó al rey Botozo, de Levante»; a tal fin, el buen astrólogo responde a las diversas preguntas con pe­queñas pero densas disquisiciones, propor­cionando una especie de enciclopedia en la que especula sobre los argumentos más de­batidos en su tiempo, como son, por ejem­plo: si Dios tuvo principio; si puede ser visto; qué creó en primer lugar; cuándo fueron creados los ángeles y para qué sir­ven. En cuanto a problemas morales, se argumenta sobre si debe preferirse la san­tidad o la maldad: qué es la nobleza; en qué relación están pobres y ricos, etc. Va­rios capítulos están dedicados al estudio de los animales y sus costumbres; a los fenó­menos naturales: lluvia, nieve, trueno, re­lámpago, y a las hierbas y medicamentos que cita. Añádese el uso de filtros amoro­sos de tipo caballeresco, incluso remedios repugnantes y sucios, entre incesantes ala­banzas a Dios, padre de la naturaleza. Un prólogo lleno de presunción, entre petulan­te y charlatán, declara que el libro fue divulgado en Europa, Asia y África, gra­cias a la solicitud que hicieron diversos reyes para traducirlo al griego, al árabe, latín y español; asimismo, hacia el final se cuenta que el rey Botozo (Botus), con su gente y su maestro Sidrach, conquistó la tierra del rey Garabo (probablemente el rey del Garbo del que se oye hablar en el Decamerón, v.) y convierte a la religión sus gentes. Pero después, por consejo del demonio, volvieron a adorar sus ídolos y «fueron peores que antes».

El libro es des­camado en sus breves disquisiciones, y pocas veces se detiene en una verdadera narración; por ejemplo, en las aventuras de Jafet, después de haberse separado de su padre Noé (cap. CCCCXVI). No obstante, constituye una importante fuente para las creencias medievales y es una obra que define con nitidez, en algunas de sus par­tes, la virtud y los seres de la naturaleza.

C. Cordié