El Joven Solitario, Milovan Vidakovic

[Usamljeni junosa]. Es la novela más conocida de Milovan Vidakovic (1789-1841), creador de la novela serbia y autor de una célebre Auto­biografía (v.). El joven solitario fue im­preso en 1810 en Budapest y reeditado tres veces durante el siglo XIX. El pasado de su país es el tema predilecto de Vidakovic, que vuelve sus ojos a la Edad Media serbia.

La acción sucede en los tiempos del déspota serbio Lazarevic (1370-1427). El joven Tichimil, hijo de Esteban Musió, vive solo en un monasterio. Un día le visita un guerrero, herido en la batalla de Chubugabad (1402), entre Tamerlán y Bayaceto. Se inicia así una conversación patriótica, que ocupa casi la mitad del libro. El guerrero le habla de Marco Kraljevic (v.), al que ha visto caer en Rovnin, y narra los detalles de la lucha entre Tamerlán y Bayaceto. A su vez, Tichomil le relata su vida. Su padre le había dado, antes de partir para la batalla de Cossovo, muchos sabios consejos sobre la educación, sobre el amor cristiano y sobre el modo de comportarse. Más tarde llega la noticia de que Esteban Musió había caído; y Tichomil, encontrándose solo, va a refu­giarse en aquel monasterio. Vive allí desde hace doce años; cuida los campos y se dedica a la lectura en las horas libres. Cuanto gana lo entrega a los pobres. A causa de su vida le llaman «el joven solitario».

El valor lite­rario de la obra de Vidakovic no es grande. Escribía para divertir y educar al lector, y sus novelas históricas son una imitación romántica de las novelas caballerescas de la literatura occidental. Bajo el disfraz his­tórico, más bien ingenuo, se adivina el mundo contemporáneo; este efecto está hoy acentuado por el tiempo, pero entonces su obra debía llevar a los lectores a un mundo desvanecido entre el polvo de las crónicas. La lengua, a menudo imprecisa, es una mezcla de serbio y de eslavo-eclesiástico. Pese a sus modestos medios, Vidakovic tiene todavía un vasto círculo de lectores, y de sus novelas históricas y en especial del Jo­ven solitario se nutre el espíritu patriótico.

L. Salvini