[L’immoraliste]. Relato de André Gide (1869-1951), publicado en 1902. El protagonista es el joven investigador Michel, educado en el seno de una familia puritana, que ha vivido hasta entonces aprisionado por toda clase de reglas y prohibiciones. Aquejado por una grave enfermedad, se ha curado gracias a un viaje al África; pero allí ha penetrado en lo más íntimo de su alma un gusto más directo y violento por la vida y por los goces que puede ofrecer a quien se sumerge en ella libre de prejuicios. Al volver con su esposa Marcelline a aquella tierra africana que estimula y exaspera su sensualidad, aprovecha las menores ocasiones para liberarse de todo residuo de conformismo: experimenta un perverso placer en convertirse en protector y amigo de un muchacho árabe, Mokir, en quien ha descubierto gozosamente la inclinación al hurto. Michel se ha dado cuenta de que carece por completo de todo sentido moral, y se dedica con orgullosa vanidad a desarrollar esta cualidad «insustituible» de su naturaleza, persuadido de realizar así una afirmación de su fuerza y de su independencia. Esta peligrosa mística del Superhombre le lleva final-^ mente a un auténtico delito: advierte que el clima africano es perjudicial a la salud de su esposa, pero no hace nada para salvarla, sino que la deja conscientemente en el error hasta la muerte, librándose así, a la vez, de este lazo «de afectos continuos, de fidelidades amorosas».
El libro, que tuvo un éxito creciente en los años anteriores a la guerra, aunque recuerda los Alimentos terrestres (v.), ofrece, sin embargo, una mayor complejidad significativa: muchas de sus páginas, sobre todo las que evocan el viaje al África, vibran de un sincero soplo lírico, y refinan y componen en un orden poético más riguroso la materia de las «Nourritures». Pero, celebrando la embriaguez de ciertos momentos, nos indica, al mismo tiempo, los límites de una ideología que pretende basarse sobre estos simples datos sensuales, y se inclina suavemente a la sátira. Gide ironiza aquí sobre su mismo entusiasmo, que había encontrado irrefrenable desahogo en la obra precedente y gemela: es como si hiciera un inventario y un balance de su experiencia y ofrece de ella una proyección artística que es, al mismo tiempo, una invitación a la discusión, como se ve claramente en la voluntaria insistencia .sobre cierta mezquindad del protagonista. El relato se puede enlazar idealmente con otros dos que le siguieron a largos intervalos en el tiempo: La puerta estrecha (v.) y la Sinfonía pastoral (v.). Aunque no alcanza la perfección artística del segundo ni la magia poética del tercero, se distingue con todo en la obra de Gide porque por primera vez se afirma plenamente en él la pureza clásica de su estilo.
M. Bonfantini